"¡Haced lo que Él os diga!" (2)
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
Y dijo María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor…"
María permaneció con ella unos tres meses y se volvió a su casa.
Lc 1, 29-56
“María salió presurosa a un pueblo de las montañas de Judea”
María deja su casa. Sale de su gran problema. No se refugia ni en su casa ni el templo. Va a las “periferias”. Va a un lugar donde la necesitan. Va diligente. Se nos muestra totalmente libre. Me recuerda en este pasaje a Santa Madre Teresa caminando por la ciudad de Calcuta, sin mucho equipaje, con un corazón libre y con mucha seguridad en su entrega.
¿De dónde le viene a María esta libertad? ¿De dónde le viene esta seguridad? María en este viaje, no se apoya en si misma, en sus fuerzas, en sus razonamientos.
“Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis
caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos”. (Is, 55, 9)
María lleva en su seno a Jesucristo. Es sagrario vivo. Es
invencible. Tiene en sí misma la Sabiduría de Dios. Esta es la primera
procesión del Corpus Christi. Este es el regalo precioso que va a llevar a casa
de Zacarías e Isabel: Jesús. Jesús se convierte así
en origen, camino y meta de este itinerario. María lleva en su seno a
Jesús y por eso da a luz vida para otros. La fe, si es engendrada en nuestro
ser, dará frutos abundantes de vida. María llega a su
destino, entra en la casa de Isabel y se encuentran las dos maternidades
imposibles. Entonces, llena del Espíritu Santo, Isabel se convierte en profeta
para la joven María: Es verdad, nada es imposible para Dios.
Las primeras palabras de
Isabel al encontrarse con la Madre de Dios son: “Bendita entre las mujeres”.Todos debemos aprender a
bendecir, a decir bien del otro. Porque
bendecir es una palabra que llega desde el principio: “Dios los bendijo…” (Gén
1, 28) y es engendradora de vida. Que llegue nuestra
bendición a nuestro esposo o esposa, a nuestros hijos, a nuestros amigos, a
nuestros padres. Una casa donde no se bendicen unos a otros, donde no se
felicitan, está destinada a la tristeza.
María se queda el tiempo necesario y regresa a su casa. No es evasión, ni escape de su realidad. Es
amor que se hace servicio.
María sale de su casa
Con prontitud
Lleva a Jesús en su seno
Es bendecida en esta misión
Es bendecida en esta misión
Atrévete a ir más allá... Pregúntate en oración: ¿Dónde están tus pobres?
Este es un camino seguro. Sal de ti mismo y reconoce a los pobres que están a tu lado.
Dios te llama a descubrir sus necesidades y permanecer juntos a ellos.
Pon nombre a tus pobres, especialmente a los más cercanos, los que son de tu familia.
Este es un camino seguro. Sal de ti mismo y reconoce a los pobres que están a tu lado.
Dios te llama a descubrir sus necesidades y permanecer juntos a ellos.
Pon nombre a tus pobres, especialmente a los más cercanos, los que son de tu familia.
Montse de Javier, Comunidade Caná
LEER MÁS:
LEER MÁS:
"¡Haced lo que Él os diga!"(3)