Formación ~9~
¡Es hora de resucitar a la familia! El mundo la da por muerta; pero Dios ha puesto en ella todo el poder de su Espíritu Santo para unir y perdonar, para restaurar y curar, para amar... Estas enseñanzas han sido transmitidas en Encuentros de Familias a lo largo y ancho de nuestro país. Son sencillas e inspiradoras.
¡Porque es tiempo de Dios para la familia! El futuro de la Iglesia y de la humanidad depende de la Familia. ¡De mi familia! "¡A la obra, que Yo estoy con vosotros y en medio de vosotros se mantiene mi Espíritu! ¡No tengáis miedo!" (Ag 1, 5). Él hará en nosotros lo imposible por el poder de su Espíritu. ¡Sabemos de quién nos hemos fiado! ¡Ánimo y a la tarea!
¡Porque es tiempo de Dios para la familia! El futuro de la Iglesia y de la humanidad depende de la Familia. ¡De mi familia! "¡A la obra, que Yo estoy con vosotros y en medio de vosotros se mantiene mi Espíritu! ¡No tengáis miedo!" (Ag 1, 5). Él hará en nosotros lo imposible por el poder de su Espíritu. ¡Sabemos de quién nos hemos fiado! ¡Ánimo y a la tarea!
La FAMILIA, LUZ para el MUNDO
Con 1Tes 5, 1-25, vamos a reflexionar y ahondar un poco más en nuestra vocación de Familias cristianas, es decir, invencibles.
En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina -como los dolores de parto a la que está encinta- y no podrán escapar.
Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados. Nosotros, que pertenecemos al día, no a la noche, estemos despejados y armados: la fe y el amor mutuo sean nuestra coraza, la esperanza de la salvación sea nuestro casco. Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. Él murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con Él. Por eso, animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo hacéis.
(...) Por favor, hermanos, llamad la atención a los ociosos, animad a los apocados, sostened a los débiles, sed pacientes con todos. Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal, esmeraos siempre en haceros el bien unos a otros y a todos. Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión; ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a vosotros.
No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.
"La tragedia del hombre de hoy es que se ha olvidado de quién es: ya no sabe más quien es" (S. Juan Pablo II). "Sólo en Dios puede el hombre comprender el misterio que lleva dentro; y sólo en Dios, y con su gracia, puede realizarlo" (BXVI).
Estamos asistiendo a una pérdida de la identidad de la persona humana que va unida a un ensombrecimiento de la Trascendencia. Si se niega la existencia del Creador, la criatura puede ser cualquier cosa. Para muchas perspectivas actuales, la especie humana no es distinta del resto de los animales. La moral se basa en suprimir el dolor y alcanzar el máximo de bienestar. Desde este punto de vista, si hay que elegir entre un niño enfermo o un caballo sano, se elegiría el caballo sano... Éstas y otras teorías de la postmodernidad van en contra de la concepción cristiana de la persona humana. La pérdida de la identidad de la persona ha afectado inexorablemente al matrimonio y a la familia.
El concepto de persona y de matrimonio y familia está en la Biblia desde el primer libro: el Génesis. En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Después, Dios crea al hombre para que domine la Tierra. Y el hombre pone nombre a los animales, a las plantas...No es bueno que el hombre esté solo. Hombre y mujer nos creó. Y dijo Dios: Creced y multiplicaos.
Distingamos entre culturas familiares y culturas matrimoniales:
> En las culturas familiares lo importante es la familia y por ella se sacrifica todo lo que haga falta, incluso la libertad de la persona. La familia está por encima de la dignidad de la persona.
> En las culturas matrimoniales lo importante es el matrimonio y de él se deriva la formación de la familia. Esto último se corresponde con el plan de Dios sobre el hombre. Y de aquí se derivan las características del amor conyugal: FIEL, INDISOLUBLE, RECÍPROCO, EXCLUSIVO y ABIERTO A LA VIDA. Estas cualidades son las propias del Amor esponsal, a través del cual la persona realiza su vocación al amor. Amor esponsal realizado en Cristo, que se entregó por nosotros para rescatarnos y darnos una nueva vida. No me habéis elegido vosotros, soy yo el que os he elegido y os he destinado a que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca (Jn 15, 16).
La Iglesia ha tenido una respuesta para el matrimonio y la familia en el Concilio Vaticano II, en el Catecismo de la Iglesia Católica y, de una manera especialísima, a través de S.Juan Pablo II, el gran profeta de la familia:
He aquí el análisis que hacía el P. Raniero Cantalamessa en el VI Encuentro Mundial de las Familias celebrado en México (enero de 2009):
La familia cristiana tiene que recuperar la luz en el hogar para poder ser luz en la sociedad. Necesitamos familias donde se dé testimonio de la calidad del amor cristiano. Hoy, el testimonio de vida es fundamental.
La situación actual se parece más a los primeros siglos del Cristianismo que a la Edad Media y, como pasó en la Iglesia de los orígenes, el ideal del matrimonio que propone Jesús en el Evangelio no se realizará sin sombras ni resistencia. Los primeros cristianos presentaron al mundo un modelo familiar nuevo que se reveló como uno de los factores principales de evangelización. El autor de la Carta a Diogneto (siglo II) dice que los cristianos se casan como todos y tienen hijos, pero no tiran a los recién nacidos; tienen en común la mesa, pero no el lecho. Justino hace un razonamiento válido hoy para el diálogo con las autoridades políticas: Vosotros, emperadores romanos, multiplicáis las leyes sobre la familia, pero se muestran ineficaces para frenar su disolución. Venid a ver nuestras familias y os convenceréis de que los cristianos son vuestros mejores aliados en la reforma de la sociedad, no vuestros enemigos. Después de tres siglos, el Imperio acogió el modelo cristiano de familia en su propia legislación. La proposición de nuestra vida, de nuestra propia verdad, es siempre más eficaz que la refutación de los errores ajenos.
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En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba. Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina -como los dolores de parto a la que está encinta- y no podrán escapar.
Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados. Nosotros, que pertenecemos al día, no a la noche, estemos despejados y armados: la fe y el amor mutuo sean nuestra coraza, la esperanza de la salvación sea nuestro casco. Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. Él murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con Él. Por eso, animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo hacéis.
(...) Por favor, hermanos, llamad la atención a los ociosos, animad a los apocados, sostened a los débiles, sed pacientes con todos. Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal, esmeraos siempre en haceros el bien unos a otros y a todos. Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión; ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a vosotros.
No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.
"La tragedia del hombre de hoy es que se ha olvidado de quién es: ya no sabe más quien es" (S. Juan Pablo II). "Sólo en Dios puede el hombre comprender el misterio que lleva dentro; y sólo en Dios, y con su gracia, puede realizarlo" (BXVI).
Estamos asistiendo a una pérdida de la identidad de la persona humana que va unida a un ensombrecimiento de la Trascendencia. Si se niega la existencia del Creador, la criatura puede ser cualquier cosa. Para muchas perspectivas actuales, la especie humana no es distinta del resto de los animales. La moral se basa en suprimir el dolor y alcanzar el máximo de bienestar. Desde este punto de vista, si hay que elegir entre un niño enfermo o un caballo sano, se elegiría el caballo sano... Éstas y otras teorías de la postmodernidad van en contra de la concepción cristiana de la persona humana. La pérdida de la identidad de la persona ha afectado inexorablemente al matrimonio y a la familia.
El concepto de persona y de matrimonio y familia está en la Biblia desde el primer libro: el Génesis. En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Después, Dios crea al hombre para que domine la Tierra. Y el hombre pone nombre a los animales, a las plantas...No es bueno que el hombre esté solo. Hombre y mujer nos creó. Y dijo Dios: Creced y multiplicaos.
Distingamos entre culturas familiares y culturas matrimoniales:
> En las culturas familiares lo importante es la familia y por ella se sacrifica todo lo que haga falta, incluso la libertad de la persona. La familia está por encima de la dignidad de la persona.
> En las culturas matrimoniales lo importante es el matrimonio y de él se deriva la formación de la familia. Esto último se corresponde con el plan de Dios sobre el hombre. Y de aquí se derivan las características del amor conyugal: FIEL, INDISOLUBLE, RECÍPROCO, EXCLUSIVO y ABIERTO A LA VIDA. Estas cualidades son las propias del Amor esponsal, a través del cual la persona realiza su vocación al amor. Amor esponsal realizado en Cristo, que se entregó por nosotros para rescatarnos y darnos una nueva vida. No me habéis elegido vosotros, soy yo el que os he elegido y os he destinado a que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca (Jn 15, 16).
La Iglesia ha tenido una respuesta para el matrimonio y la familia en el Concilio Vaticano II, en el Catecismo de la Iglesia Católica y, de una manera especialísima, a través de S.Juan Pablo II, el gran profeta de la familia:
- Escribe la Familiaris Consortio, terminada en la festividad de Cristo Rey, noviembre de 1981.
- Redacta después la Carta de los derechos de las familias (1983).
- Crea el Pontificio Instituto JPII para los estudios sobre el Matrimonio y la Familia e inaugura, en el año 1994, las Jornadas Mundiales de la Familia en Roma. En este Primer Encuentro Mundial de las Familias que se convocó con motivo del Año Internacional de la Familia, Juan Pablo II habla a las familias convocadas en la Plaza de San Pedro y les pregunta: Familia, ¿qué dices de ti misma? Y grita en la Familiaris Consortio: ¡Familia, sé lo que eres! Eres comunidad de vida y amor. Se establece así una relación inseparable entre comunión de personas -es decir, amor- y vida.
- En el año 1997, los obispos de España publican: Familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad. Es aquí donde nos situamos nosotros, familias cristianas de hoy.
- Es bajo el impulso de este Espíritu que mueve la Iglesia donde se sitúa la realidad de FAMILIAS INVENCIBLES. Somos una expresión más de las muchas realidades familiares que constituyen el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Analizando los movimientos de la Iglesia que surgieron después del Vaticano II, vemos que se han desarrollado distintas espiritualidades de laicos. Todas ellas han manifestado una gran riqueza. Tuvieron una debilidad: se descuidó la transmisión de la fe y muchos seglares e incluso matrimonios muy comprometidos en su movimiento no consiguieron entusiasmar a sus hijos. Tal vez este aspecto se dio por supuesto. Estos movimientos no consideraron a la familia un organismo vivo y con capacidad de retroalimentación, y más bien se trabajó de adultos a adultos o se realizó una evangelización por sectores.
- El primero es de amplios horizontes: "No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte" (Mt 5, 14). La ciudad es el lugar de la vida ampliada, del entorno social y las relaciones políticas. Una ciudad iluminada es como una luz que llega de lejos. Desde un monte se divisa esa claridad como un halo en medio de la oscuridad.
- Hay un segundo modo de brillar. Jesucristo añade la siguiente comparación: "Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa" (Mt 5, 15). Ahora nos habla de una luz que ilumina el hogar. Una luz que no debe deslumbrar, por lo que necesita de una lámpara que cree intimidad, que reúna a los de la casa en torno a esa luz que les permite convivir y estar en comunión.
He aquí el análisis que hacía el P. Raniero Cantalamessa en el VI Encuentro Mundial de las Familias celebrado en México (enero de 2009):
La familia cristiana tiene que recuperar la luz en el hogar para poder ser luz en la sociedad. Necesitamos familias donde se dé testimonio de la calidad del amor cristiano. Hoy, el testimonio de vida es fundamental.
La situación actual se parece más a los primeros siglos del Cristianismo que a la Edad Media y, como pasó en la Iglesia de los orígenes, el ideal del matrimonio que propone Jesús en el Evangelio no se realizará sin sombras ni resistencia. Los primeros cristianos presentaron al mundo un modelo familiar nuevo que se reveló como uno de los factores principales de evangelización. El autor de la Carta a Diogneto (siglo II) dice que los cristianos se casan como todos y tienen hijos, pero no tiran a los recién nacidos; tienen en común la mesa, pero no el lecho. Justino hace un razonamiento válido hoy para el diálogo con las autoridades políticas: Vosotros, emperadores romanos, multiplicáis las leyes sobre la familia, pero se muestran ineficaces para frenar su disolución. Venid a ver nuestras familias y os convenceréis de que los cristianos son vuestros mejores aliados en la reforma de la sociedad, no vuestros enemigos. Después de tres siglos, el Imperio acogió el modelo cristiano de familia en su propia legislación. La proposición de nuestra vida, de nuestra propia verdad, es siempre más eficaz que la refutación de los errores ajenos.
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Javier y Montse, Comunidade Caná
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