Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

Al Nombre de JESÚS...

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Al Nombre de JESÚS, toda rodilla se doble
Enseñanza de Montse de Javier en la 1ª ASAMBLEA DIOCESANA de la Renovación Carismática de Compostela,
 en la Parroquia de S. Xoán Bautista de Carballo el 22 de septiembre de 2001

    Pablo, hacia el año 56, prisionero en Éfeso, escribe a la comunidad de Filipos una de sus cartas más familiares y cordiales. La parte central de la carta es este Himno a  Jesucristo. El objetivo de Pablo es urgir a los filipenses a que se comporten como Cristo.
“Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Él, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor
para gloria de Dios Padre."
(Fil 2,5-11)  

Uno de los primeros cantos que yo oí en el año 76 en Santiago de Compostela, cuando conocí la R.C. y que me ayudó a entrar en este trato de amor con Jesús, nuestro Salvador, era: “El Señor, el Señor, resucitado de la muerte y es Señor... Mi Señor, mi Señor ... ”
Aquello -que era una primera experiencia de oración- fue afianzándose en estos años en la R.C.. Tuvo que llegar otro momento marcado por una mayor adhesión a Jesús y sus sentimientos; fue al año 93 :
  • Abril : lectura del libro “La vida en el Señorío de Cristo” (R. Cantalamesa)
  • Julio: enseñanzas de Cantalamesa sobre la humildad, la obediencia, la Iglesia.
  • Septiembre: Encuentro Internacional de Líderes en Asís.
Cristo se ha ido haciendo presente en nuestras vidas. Cristo es el fundamento de nuestra fe. ¡Su Persona! 
Así como, en esta carta, la parte central es el himno a Jesucristo, también en nuestra vida el centro es Cristo, el Dueño y Señor. Él quiere que nos tomemos en serio  nuestra relación con Él. Cada uno de nosotros tiene una historia con el Señor, historia de salvación...  ¡Debemos meditarla, escribirla, saberla de memoria, contarla!. ¡Es el mismo Cristo actuando en nuestras vidas!. Es el mismo Cristo que nos va llevando a través del Espíritu Santo a una intimidad (= mayor conocimiento) con Él.
En esta mañana, Cristo, nacido de una mujer, que vino al mundo para mi salvación y la tuya, quiere hablarnos. Que no nos pase como dice un himno de la hora intermedia:
“Perdóname Señor si no te tengo dentro,
si no sé amar nuestro mortal encuentro,
si no estoy preparado a tu llegada”.
Dios viene y nos llena en la medida de nuestro deseo.
        San Anselmo: “Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo; excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de Él. Di, pues, alma mía, di a Dios: “Busco tu rostro, Señor, anhelo ver tu rostro”.

1º) LA HUMILDAD DE DIOS
La humildad no está en ser pequeños. No está en sentirse pequeños. No está en decirse o proclamarse pequeños. Está en hacerse pequeños. Es la disposición de corazón de descender, de hacerse pequeño y de servir a los demás por amor, excluyendo otros motivos.
Dios le hace (a Jesús) “pecado” por nosotros. “Quien no conoció pecado, se hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él”  (2Cor 5, 21).                        “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo al mundo, no para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por Él”. “El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él”.

Esta obra que Dios quiere hacer en nosotros se realiza a través de nuestra relación con Él : la oración. Nada hay sin vida de oración. Él trabaja en lo escondido de nuestro corazón. Él trabaja en lo secreto, en lo pequeño, en lo que no cuenta. Él modela nuestro corazón en la intimidad.
¿Tenemos intimidad con Jesús? ¿Lo buscamos?.¿Hay en nuestra oración un trato de enamorados? El trato que tenían los santos, que se iban transformando hasta tener los sentimientos de Jesús.

Todo nace de la oración, de la pobreza, del escondimiento, de la humildad, de la nada. Éste es el ejemplo de Jesús: pasó 30 años siendo uno de tantos. Es el ejemplo de los santos. Esto lo sabía muy bien la Madre Teresa y lo hizo suyo:
“ El fruto del silencio es la oración,
el fruto de la oración es la fe,
el fruto de la fe es el amor,
el fruto del amor es el servicio,
el fruto del servicio es la paz ”.

De la oración nos habla también el Papa en la última carta apostólica que nos ha escrito a todos nosotros, los fieles del tercer milenio y que se titula “EL NUEVO MILENIO”. El nos dice: “Sólo la experiencia del silencio y la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, de aquel misterio, que tiene su expresión culminante en la solemne proclamación del evangelista Juan: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn, 1,14)” (Nº 20)

 Nuestra sociedad moderna está empeñada en que el hombre escape de sí mismo, huya, no entre en la intimidad de su corazón, no se conozca a sí mismo. Está empeñada en el camino de la superficialidad, la frivolidad, la ociosidad, la apariencia. Está ofuscada en dos caminos “el tener” y el “hacer”. Dios quiere trabajar  “el ser”. “Pero Dios mira el corazón”.

Jr 18,1-6. En casa del alfarero: “Bajé a casa del alfarero y lo encontré trabajando en el torno”. .. “Como está la arcilla en manos del alfarero, así estáis vosotros en mis manos...”. Si nuestro corazón no es manso y humilde como el de Jesús es por falta de conversión y oración: de ponernos de rodillas delante del que fue exaltado por ser humilde (Salvatore Martínez).
Y el Papa nos dice nuevamente, en el nº 33. “Sí, queridos hermanos y hermanas, nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas escuelas de oración  donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha ...”.

2º) LA CRUZ, VICTORIA DE DIOS
1Pe, 2,21-25
“Cristo sufrió por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado, ni se halló engaño en su boca; injuriado no devolvía la injurias; sufría sin amenazar, confiando en Dios, que juzga con justicia. El cargó con nuestros pecados, llevándolos en su cuerpo hasta el madero, para que, muertos al pecado, vivamos por la salvación. Habéis sanado a costa de sus heridas, pues erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al que es vuestro pastor y guardián”.

“Tengo vida, tengo dueño, soy querido”
Jesús, con su vida, que culminó en  su pasión y muerte, nos indicó  el camino para subir al Cielo: fue el primero en recorrer el camino del Calvario. No escogió otros caminos para llevar a cabo su obra. Nosotros también tenemos que llevar la cruz. La cruz tiene muchos nombres; la reconocemos en seguida en nuestras vidas: porque duele; porque queremos que pase; porque tendemos a huir de ella; porque nunca nos gusta la cruz que nos tocó vivir.
El sufrimiento humano sólo encuentra explicación en Cristo y respuesta en Cristo. Uno de los frutos de la cruz: VIVIR EL MOMENTO PRESENTE.

 Vino a la tierra, curó a los enfermos, predicó la Buena Nueva, fundó la Iglesia... pero sobre todo vivió para su “hora”, cuando, levantado en la cruz, atrajo a todos hacia él; en aquella “hora” realizó su obra.
También nosotros, como Jesús, debemos seguir sus huellas y vivir para nuestra “hora”. Debemos vivir esperándola, sabiendo que somos ciudadanos del cielo. Y ofrecer esa hora ya desde este momento por los fines que Dios nos ha confiado.
Ésta es la experiencia de los santos: desean llegar pronto al cielo. Lo dice S. Pablo en esta misma carta (Fil 1, 21) :  “Porque para mí la vida es Cristo y morir significa una ganancia. Pero si continuar viviendo en este mundo va a suponer un trabajo provechoso, no sabría que elegir. Por una parte, deseo la muerte para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; por otra, seguir viviendo en este mundo es más necesario para vosotros.”

3º) DIOS DA LA VICTORIA A LOS HUMILDES
Esta verdad se realiza de manera admirable en Cristo. “Dios lo exaltó”.
Pedro, el día de Pentecostés, es el primero en proclamarlo:
“Jesús de Nazaret realizó prodigios y señales en medio de vosotros, como bien sabéis. Dios lo entregó conforme al plan previsto y determinado, pero vosotros, lo crucificasteis. Sin embargo, Dios lo RESUCITÓ, rompiendo las ataduras de la muerte, pues era imposible que ésta lo retuviera en su poder.
Así pues, que todos tengan la certeza de que Dios ha constituido SEÑOR Y MESÍAS a este Jesús, a quien vosotros crucificasteis.
- ¿Qué tenemos que hacer?
- Arrepentíos y bautizaos.
 Y con otras muchas palabras los animaba y exhortaba, diciendo: “Poneos a salvo de esta generación perversa”.  

4º) QUE EL PECADO NO TENGA DOMINIO SOBRE VOSOTROS
Para esto es necesario seguir unos pasos que nos marcan los Santos Padres de la Iglesia:
  • Reconocer el pecado (adormecimiento de las conciencias y anestesia espiritual en nuestro mundo moderno)
  • Arrepentirse del pecado.
  • Determinación de romper con el pecado. 
  • Destruir el cuerpo del pecado (sacramento) La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado. “Sólo Dios puede perdonar los pecados”.
  • Nosotros colaboramos en la destrucción del pecado de dos formas: el sufrimiento y la alabanza. “Por tanto, dado que el Mesías sufrió en su carne mortal, armaos también vosotros del mismo principio: que uno que ha sufrido en su carne ha roto con el pecado” (1 Pe, 4-1).
1.-  ALABANZA (don de la R.C.)
2.- SUFRIMIENTO “En tus manos encomiendo mi Espíritu”. 
Si unimos nuestro dolor al de Jesús,  entraremos en el misterio de la cruz, no huimos del dolor, sino que lo acogemos en nuestro corazón y nace en nosotros una nueva criatura, la que es capaz de olvidarse de si misma y darse a los demás.

“Acuérdate de Jesucristo, 
resucitado de entre los muertos,
nacido del linaje de David.
Es doctrina segura.
Si morimos con Él, viviremos con Él.
Si sufrimos con Él, reinaremos con Él.
Si lo negamos, también Él nos negará.
Si somos infieles, Él permanece fiel,
porque no puede negarse a sí mismo”.
2Tim 2, 8-13

5º)  DECLARAD MI NOMBRE ANTE LOS HOMBRES
Mt. 10, 26-32
"Así pues, no les tengáis miedo. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a la luz; lo que escucháis al oído, proclamadlo desde las azoteas. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden quitar la vida; temed más bien al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno.
¿No se venden un par de pájaros por muy poco dinero? Y sin embargo ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre.
En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, vosotros valéis más que todos los pájaros.
Si alguno se declara a Mi favor delante de los hombres, Yo también me declararé a su favor delante de mi Padre celestial; pero a quien Me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial."

Llegará un tiempo que el mundo solo leerá un Evangelio : La vida de los cristianos. Ésta es la manera en que Cristo quiere que lo declaremos ante el mundo: con el amor recíproco, con el amor que no excluye ni a los enemigos.
Montse de Javier - Comunidade Caná

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