Los APLAUSOS de las ocho
Los APLAUSOS de las ocho aclaman a DIOS
Proclaman su MISERICORDIA ¡¡¡Aleluya!!!
Lo más noble del alma humana se une al final de cada tarde en los aplausos de reconocimiento, agradecimiento y bendición para quienes están entregando su vida por el bien de todos. El Espíritu Santo es quien está detrás. Él es el Agua Viva que riega las semillas de BONDAD, BELLEZA y VERDAD plantadas en el corazón de todos los hombres y mujeres.
Esto es lo que ven nuestros ojos, lo que sale en las televisiones, la realidad “virtual". La realidad “real” es mucho más impresionante. Hemos de contemplarla desde arriba, donde está Jesús sentado a la derecha del Padre. Y veremos que, tras los millares y millares de ángeles en fiesta, y de las almas que han llegado a su destino, los héroes y sus aplaudidores de la Tierra (muchos sin saberlo siquiera) no son sino los últimos de la fila en una multitud de toda lengua, raza, pueblo y nación. Desde nuestra orilla, tenemos la impresión de que el Enemigo nos ha confinado a las tinieblas. Ha conseguido aislarnos y amedrentarnos. Y nos planta ante la foto fija de hombres y mujeres inocentes abandonados a su suerte ante el sepulcro.
Desde la otra orilla, vemos a Jesús que se levanta victorioso de ese mismo sepulcro, y sostiene con ternura infinita, uno a uno, a los que el mundo ha abandonado a su destino fatal. «Estando cerradas las puertas, se apareció ante ellos y les dijo: 'La paz con vosotros'» (Juan 20, 19). En la comunión de los santos no existen ni finales ni despedidas. No es Dios de muertos sino Dios de vivos, porque para Él todos están vivos. Pueblos todos, batid palmas… ¡Aplausos para el Corazón traspasado! ¡La victoria es de nuestro Dios, y del Cordero!
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