Caná: la Ley y la Gracia
El
genio femenino frente a seis tinajas de piedra
Seis, y no siete, que es el número
perfecto. De piedra, como las tablas de Moisés, como nuestro corazón;
frías como cadáveres. Inútiles, por estar vacías, para una purificación
que ni son capaces de dar. Símbolo de lo que nunca llegará a ser completo,
siempre por debajo de toda expectativa profundamente humana y de cualquier
anhelo del corazón. Esto es nuestra vida sin la novedad del Espíritu.
Ante este escenario de parálisis representado
por las tinajas, María intuye que la antigua alianza está en decadencia y que
la antigua economía de la salvación, fundada en las prescripciones de la Ley,
ha cerrado su contabilidad. Y... “pide el cambio” al único capaz de hacer
nuevas todas las cosas. Percibe, claramente, las señales de alarma en un mundo
que agoniza en la tristeza e invoca de su Hijo, más que un cambio en la ley de
la naturaleza, un cambio en la naturaleza de la ley.
Solo la llena de gracia, María, iluminada por el Espíritu, ve la disolución del pequeño mundo antiguo. La Mujer Nueva, que trae la novedad y la fiesta, se anticipa y pide a Jesús un pago a cuenta sobre el vino de la nueva alianza que brotará inagotable -presente Ella también- en la hora de la cruz. Lo que parece un simple gesto de amabilidad es, en realidad, un grito de alarma para evitar la muerte del mundo: ¡No tienen vino...!
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