Profecía en la mirada, fuego en el corazón...
«El Espíritu Santo es el animador y santificador de la Iglesia, su aliento divino, el viento de sus velas. La Iglesia tiene necesidad de un perenne Pentecostés; necesita fuego en el corazón, palabra en los labios, profecía en la mirada». (Pablo VI)
«Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4, 11-12).
Tener visión
La profecía no tiene nada que ver con la adivinación, con conocer las cosas ocultas. Coloquialmente, en el ámbito terreno llamamos profeta al que adivina lo que va a suceder. Si uno predice algo y acierta, le llamamos profeta, ve el futuro, decimos. Sin embargo, nada tiene que ver esto con tener el don de profecía. Un profeta habla de parte de Dios; por lo tanto, alerta, despierta, toca el corazón con la Palabra de Dios actualizada en el hoy de nuestras vidas.La visión no es una predicción o descripción de un objetivo futuro sino un contexto para la acción en el presente, una manera de ser que cambia nuestra relación con el presente; y esto es acción del Espíritu en nosotros que nos da el querer y el poder. En palabras de Pablo a los Filipenses, "porque es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor" (Flp 2, 13).
¿Qué es el don de profecía?
Es una manifestación del Espíritu Santo a través de un miembro de la comunidad, que trasmite un mensaje de parte de Dios y que anima, consuela y edifica la comunidad.No es habitual reconocer esta unción en nosotros, porque no la contemplamos como algo normal; y, sin embargo, por el Bautismo somos ungidos como sacerdotes, profetas y reyes. El Bautismo es el sacramento que nos da la nueva vida en Cristo.
Estas unciones de las que estamos hablando ahora -en concreto de la profecía- son para el anuncio del Reino de Dios. Son manifestaciones del Espíritu Santo a través de nosotros, pobres instrumentos.
Si Dios ha hecho crecer en ti esta unción, este don, de una manera especial, recuerda que no se trata de ejercer de profeta, sino de ser profeta: dejarse hacer por el Espíritu Santo en nuestras comunidades, en nuestros grupos de oración, en nuestras parroquias, en nuestras familias.
El verdadero don de profecía:
- No es equiparable a la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura. Por ello, es importante distinguir entre la proclamación de la Palabra y la palabra profética.
- Nunca puede ir en contra de la Revelación.
- No es un discurso, ni una predicación o exhortación.
- Nos introduce en el Señorío de Jesús.
- Es siempre para el bien común.
- La acogida e impacto que tiene en la Comunidad.
- La valoración que de ella hace la autoridad y otros hermanos que tienen dones de profecía.
- Estar de acuerdo con la Revelación.
1 comentarios
Dios hace cosas nuevas en nuestras vidas y nuestras comunidades. Conocer la unción múltiple nos abre a conocer la voluntad de Dios en nosotros.
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