Vivir como hermanos
Yo creo que para crecer en la esperanza lo que hay que hacer es darla. Porque las cosas de Dios funcionan así, según me doy, Dios me devuelve el ciento por uno.
Durante todos estos sábados de Cuaresma que llevamos (I-IV), el Señor tiene la misma palabra para nosotros. “Purificaos”. El Señor nos conoce, sabe que necesitamos que nos repita las cosas y por eso insiste.
En este mensaje el Papa nos hablaba de 3 actitudes que debemos tener:
- Renovar la fe.
- Saciar nuestra sed con el agua de la esperanza.
- Recibir con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos.
Y como aperitivo, empezaba diciendo “La luz de la Resurrección anima los sentimientos, los deseos y las decisiones de quien desea seguir a Cristo”. Y yo también añadiría, de los que desean convertirse. Es la Luz que ilumina y nos hace permanecer peregrinando. Como estamos proclamando en uno de los himnos de laudes de esta cuaresma: “aunque arduos son nuestros caminos, sabemos bien dónde vamos”.
Renovar la fe
La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos de ella. Dice el Papa que acoger y vivir la Verdad es dejarse alcanzar por la Palabra de Dios. ¡Qué manera más bonita de expresarlo! Dejarnos alcanzar por la Palabra.
Bien pues aquí tendríamos que hacer un alto y revisarnos. Porque os recuerdo que estamos en plena peregrinación hacia la conversión. Si en nuestro día a día no dedicamos un tiempo a dejarnos alcanzar por la Palabra de Dios, la Verdad no se nos está manifestando y muy difícilmente podremos crecer en la fe. El Señor nos espera, no pasa nada, pero estás perdiendo el tiempo. Esto se resuelve fácilmente: adquiere el compromiso de dedicar un tiempo diario a la lectura de la Palabra de Dios, no digo lectura espiritual, digo Palabra de Dios.
Es que no tengo tiempo, ¡si supieras la vida que llevo! Te digo que no tienes tiempo porque lo pierdes. Los cristianos no podemos ser así, no podemos ser blandengues, no podemos poner estas cosas prioritarias y fundamentales para nuestra vida en la lista de espera.
El Señor te llama a ti y cuando te llama no puedes decirle ¿por qué tengo que ser yo, no había otro?, ¿o eso es lo que quieres?
Así que la primera propuesta es renovar nuestra fe alimentándonos de la Palabra de Dios.
La segunda es saciar nuestra sed con el agua de la esperanza
Seguimos caminando por esta Cuaresma movidos por la esperanza de la Resurrección. La Resurrección para un cristiano es lo que alimenta la esperanza.
Sin embargo, especialmente en la época que estamos viviendo ahora, vamos por la vida como desesperanzados. ¿Dónde se nos nota a los cristianos que Dios sigue siendo Dios, con pandemia y sin pandemia, con trabajo y sin trabajo, con salud y sin salud? Algunos se preguntan en los momentos difíciles de la vida ¿dónde está Dios?
Es que si Dios tuviera la idea de bondad y de felicidad que tenemos nosotros, no habría entregado a su Hijo.
¿Sabes dónde está Dios? Dejándose crucificar por ti y resucitando por ti.
Si esto me lo creo, vivo la esperanza, pero no la vivo teóricamente, es el nuevo motor que me hace mover. Ahora que hablo de motor me acuerdo de los antiguos seiscientos. Era el coche de la familia en el que todos cabían, se le ponía una baca en el techo para llevar el equipaje y ¡hala! ¡Allá va! Cuando llegaba una subida, de las carreteras de entonces, el motor se calentaba mucho y el truco era poner una bolsa de trapo con arena húmeda encima del radiador para bajar la temperatura. Allí iba subiendo el seiscientos echando humo y los que lo veían decían no sube, no sube, no sube.
Pue eso nos pasa a nosotros, no subimos, no subimos, porque no tenemos el motor de la esperanza. Este motor hace que nos movamos por la vida de otra manera y los demás lo ven y los demás quieren ese motor.
Yo creo que para crecer en la esperanza lo que hay que hacer es darla. Porque las cosas de Dios funcionan así, según me doy, Dios me devuelve el ciento por uno.
Otro ejercicio para lo que nos queda de Cuaresma (el primero era “adquiere el compromiso de dedicar un tiempo diario a la lectura de la Palabra de Dios”), es voy a transmitir esperanza, voy a desbordar esperanza. Qué típico de nosotros la respuesta cuando nos preguntan qué tal, decir bien, cansado, con mucho lío. ¿Dónde está la esperanza?, ¿qué esperanza estamos transmitiendo a los que nos preguntan?, con esas respuestas lo que les hago pensar es “pobre hombre, vaya vida que lleva”. ¿No sería más propio de un cristiano que nuestras respuestas animaran al que nos escucha y dijera “qué bien, qué alegría me das? Siempre que pienso en esto me acuerdo del diácono permanente de nuestra parroquia que cuando le preguntas ¿cómo estás?, su respuesta siempre es la misma: “entre muy bien y excelente, elige la que quieras”.
A lo mejor piensas, bueno este no sabe por lo que estoy pasando yo ahora. No pienses, si el Señor me ayuda, cuando me recupere de esto, todo cambiará. Te vuelvo a decir: estás perdiendo el tiempo. Dios te va a dar de beber mañana, hoy te está dando de beber. A la samaritana no la dijo, ven mañana.
La última propuesta que nos hacía el Papa era vivir el amor de Dios que nos hace hermanos
Nos pasa mucho y es que no nos dejamos querer. No nos dejamos querer por Dios y no nos dejamos querer por nuestros hermanos en la fe, incluso por nuestra propia esposa, esposo.
Esto es un proceso:
- Creer en el amor de Dios que es gratuito, no tengo que dar ni hacer nada a cambio. Puedes pensar bueno a ver si me centro un poco y empiezo a asumir esto. Escucha, no te tienes que centrar, Dios te ama aunque estés descentrado.
- Consentir ese amor y acogerlo. Abrirse a ese amor. Esto es muy importante porque una causa de no abrirnos totalmente al amor de Dios es el miedo. Es como aquél que dice que no se quiere enamorar porque le va a cambiar la vida, tiene miedo porque ya no va a controlar racionalmente su vida, sino que va a ser controlada por el amor. Pues sí, ábrete a ese amor de Dios precisamente para que empiece a controlar tu vida.
- Sentirme amado por Dios.
Cuando ya hemos llegado al final del proceso, todas las cosas cobran otra dimensión. No podemos ver nada fuera de Dios. Cuando uno se enamora, se despierta pensando en su amor, piensa en muchos momentos del día y se acuesta pensando en él. Estos pastelazos no son muy propios de mí, pero vivir el amor de Dios te lleva a esto.
Lo más grandioso es que puedo sentirte a ti como hermano y te quiero de otra manera. No por lo que me divierto contigo o por lo que me ayudas sino por lo que eres. Es el amor, la caridad de la que habla el Papa Francisco que muestra atención y compasión por cada persona.
El último ejercicio que os propongo es: piensa en alguien que conozcas que pueda estar necesitando algo en este momento y voy a dar un paso más, como le gusta a Dios, incluso materialmente. Puede haber alguien que lo está pasando mal porque
- Se siente solo > llámalo y ofrécete.
- Tiene problemas > escúchalo, aconséjalo, ofrécete para rezar con él.
- Falta de salud > mira cómo puedes hacer para acompañarlo y ora con él. Ayúdalo en lo que necesite.
- Falta de recursos económicos > ¿puedes ayudarlo en algo en concreto? Ofreciéndole un donativo, comprándole algo que está necesitando él o sus hijos, pagándole un recibo de algún suministro.
El amor de Dios nos ha convertido en hermanos y nos tiene que mover a comportarnos como tales. Si no lo haces, estás perdiendo el tiempo.
¡Bendito sea Dios!
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