Derramaré mi Espíritu aquel día - EL ENCUENTRO
El descubrimiento del Espíritu como algo real y vivo en tu alma es alucinante y, en muchos, genera efectos parecidos a los de una embriaguez o enamoramiento que puede durar meses o años. Sin embargo, el Espíritu no nos permite instalarnos en ese gozo.
Nada nos separará del amor que se nos ha manifestado en Cristo Jesús
Hablando en términos de filosofía fenomenológica, para llegar al convencimiento de que nada nos separará del amor que se nos ha manifestado en Cristo Jesús se requieren tres momentos. El primero de ellos es el encuentro con Cristo. Pablo lo tuvo en el camino de Damasco. Cada uno sabe dónde lo ha tenido. Lo importante es ser consciente de esto, de que Jesucristo te ha sido dado. No es necesario que sea un toque puntual, puede ser un proceso. Dice Pablo: ...Cuando Dios se dignó revelar en mí a su Hijo... Pablo lo tuvo muy claro. En la Renovación, mucha gente menciona el momento de la efusión del Espíritu como su punto de arranque. A mí, personalmente, se me ha ido revelando a través de un largo proceso, vivido especialmente en la Renovación.
El Espírirtu te revela tu pecado y te encara con tu realidad
Como he dicho ya, la experiencia inicial a nivel de vivencia que se da en los carismáticos es referida sobre todo al Espíritu Santo. El descubrimiento del Espíritu como algo real y vivo en tu alma es alucinante y, en muchos, genera efectos parecidos a los de una embriaguez o enamoramiento que puede durar meses o años. Sin embargo, el Espíritu no nos permite instalarnos en ese gozo. Poco a poco, a través de mil vericuetos, pones pie en la encarnación, es decir, en la vida con toda su crudeza, ahora mucho más iluminada, dejando que te duelan las cosas y enfrentándote a ellas, no camuflándolas como antes. El Espíritu te revela tu pecado y te encara con tu realidad liberándote de tapujos, apariencias, fachadas y de todas las trampas que no te han permitido verte y aceptarte como eres, es decir, radicalmente pobre. Cuando asumes esa pobreza y ya no esperas salvación alguna que venga de ti mismo, el Espíritu va haciendo emerger la figura de Jesús, como Señor y Salvador, descubriéndotelo cada vez más en su humanidad, lugar en el que se realiza tu regeneración.
No te puedes inventar a Jesucristo, te tiene que ser revelado
Yo no sé si lo dicho se puede generalizar, lo que sé es que en mí ha sucedido así. Mi encuentro con Cristo ha sucedido en su humanidad, a la que he empezado a amar con todas mis posibilidades, que son nulas. No depende del ser humano este amor, ya que el más mínimo progreso o experiencia nueva te tiene que ser dada. No te puedes inventar a Jesucristo, te tiene que ser revelado. Ni el estudio ni el concepto ni los conocimientos tienen capacidad para acrecentar un gramo de vivencia. Lo que sí puedes, empujado por el deseo, es pedirlo, orarlo y dejarte configurar con él, pero siempre por obra del Espíritu Santo. Si te sucede así, este encuentro con Cristo, se hace central en tu vida y te das cuenta de que nada te podrá separar de él.
Chus Villarroel, O.P.
Cristo, mi justicia. En Cristo estamos salvados.
Editorial Edibesa
Colección Vida y Misión
ISBN 84-8407-707-1
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