Derramaré mi Espíriu aquel día - EL SUCESO
El Espíritu es el que nos revela la persona de Jesús.
Cristo sucede en mí cuando me va habitando
Para que el encuentro con Cristo en los diversos acontecimientos se transforme en suceso se requiere un paso más. En efecto, Cristo sucede en mí cuando me va habitando y transformando mi personalidad pecadora en otra semejante a la suya. El que mejores formulaciones tiene en este sentido es San Pablo: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Ga 2, 20). Para mí la vida es Cristo y morir una ganancia (Flp 1, 21). Cristo habita en mí, o mora en mí. Estas expresiones tradicionales dejan mucho que desear. Es evidente que yo no soy una habitación o un receptáculo sino que mi relación con Cristo y con cualquier otra persona se da en un tú a tú.
Para que todo este proceso llegue al suceder se requiere el diálogo
Una persona se te da siempre en las vivencias que provoca en ti, como pueden ser el amor, la ternura, la compañía y también el rechazo y el odio. El suceder presupone el encuentro y el acontecimiento, pero es mucho más interior porque es la otra persona la que está entrando en ti y te va cambiando. Si Cristo sucede en mí, mi personalidad se trasmuta. No se trata, claro está, de un cambio ontológico sino vivencial. Estamos en lenguaje fenómeno-lógico. Por eso, para que todo este proceso llegue al suceder se requiere el diálogo. Éste es esencial en las relaciones interpersonales. No es necesario que sea siempre un diálogo de palabras; muchas veces basta la mirada, la presencia, la amenaza. La percepción de otra persona origina sucesos que ocurren en ti y que no te dejan indiferente. Esos sucesos interiores se llaman vivencias. Si una persona te deja indiferente no existe para ti. Cuando los sucesos o vivencias son positivos, el diálogo interpersonal se intensifica fructíferamente hasta alcanzar altas cotas de amor e identificación.
No basta con tener pensamientos, conocimientos, imágenes o sentimientos de Jesucristo
Para que se dé este diálogo las personas se tienen que abrir. Tú no puedes hacer nada si la otra persona no se te abre o, como dicen los fenomenólogos, no se te revela. No te provocará vivencias, por lo que no sucederá en ti. Si la otra persona se te revela y se entrega a ti en el amor o comparte contigo sus valores más preciados, entonces sucede en ti. Si tengo una vivencia personal de Jesucristo, éste ocurre o sucede dentro de mí. No basta con tener, como hemos dicho, pensamientos, conocimientos, imágenes o sentimientos de Jesucristo. Estas cosas no son vivencias personales o de la persona, son más bien objetivaciones que no ocurren en la corriente del yo al tú.
El Espíritu es el que nos revela la persona de Jesús. Él nos la presenta e ilumina. Una vez conocido Jesús en el Espíritu, no sólo en la mente o en el sentimiento, percibimos que vive, que no muere ya nunca más, que es el Señor, que tiene todo poder en el cielo y en la tierra. Entonces, si tú te dejas, se entabla un diálogo fructífero entre los dos, y Cristo empieza a suceder en ti porque te provoca toda clase de vivencias. Tantas vivencias le provocó a Pablo que tuvo que decir: «Para mí la vida es Cristo».
Cristo no es ni siquiera objeto de amor sino que se nos da en el amor
Es importante darse cuenta de que a Cristo no le estoy presentando ni como objeto de culto, ni de adoración, ni de imitación, ni de ejemplaridad. Si lo consideras así, no sucede en ti, porque el suceso sólo se da en las relaciones vivas interpersonales de un tú con un yo o de un yo con un tú. Cristo no es ni siquiera objeto de amor sino que se nos da en el amor. Cristo no es mi justicia como objeto, sino como vivencia que él provoca en mí. Una vez que el Espíritu nos ha revelado la persona del Señor, nos damos cuenta de que el Espíritu le pertenece a Jesucristo y obra por medio de él, es decir, sucede en nosotros con toda clase de vivencias.
Él se te revela como a él le place y como tú necesitas
Ahora bien, estas vivencias no son mundanas, como las que te puede provocar cualquier otra persona, son vivencias de fe y por lo tanto regaladas. Tu abrirte al Señor no es para darle, como con otras personas, sino para recibir de él gratuitamente todo su ser. Él se te revela como a él le place y como tú necesitas. En cada momento de tu vida puede suceder Cristo en ti de distinta forma.
Chus Villarroel, O.P.
Cristo, mi justicia. En Cristo estamos salvados.
Editorial Edibesa
Colección Vida y Misión
ISBN 84-8407-707-1
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