Escuchar... un camino de libertad
Todos nosotros nos sentimos, habitualmente, no escuchados; sin embargo, nos creemos buenos escuchadores. Salir al encuentro del otro no se realiza con la palabra, con el discurso... Lo primero es acoger, es aceptar, es escuchar.
Con esta publicación de hoy cerramos una primera parte de las Armas para la batalla de la vida familiar. Hasta hoy os hemos propuesto: La Bondad; el Perdón; la Alegría; la Palabra y hoy os hablamos de la Escucha. La segunda parte la podéis comenzar vosotros, porque sois vosotros los que conocéis qué batallas os presenta vuestra vida familiar y que otras armas vais a necesitar utilizar, y entrenaros en su uso. Cada arma utilizada nos facilita avanzar y crecer, nos consigue victorias necesarias para salir de la mediocridad y del aburguesamiento, dos cosas muy peligrosas porque no sacan lo mejor de nosotros mismos, más bien nos aplanan, nos menguan.
Ser familia no es algo casual, algo que te acontece en la vida sin más. Somos familia porque vosotros, matrimonios, habéis iniciado un proyecto, os habéis comprometido, siendo dos, a dejar una huella en el mundo, generando vida a través de vuestro amor. Y, al llegar los hijos, estos se convierten en sobrinos, nietos, primos de una familia más extensa… Todo lo que nos acontece en la vida tiene como punto central: la familia, ¡nuestra familia! La pequeña comunidad del hogar, más la familia extensa que une su presencia, su personalidad, su camino, al nuestro.
¡No me escuchas!
Avanzamos cuando somos capaces de superar muros. Y la intimidad y la cotidianidad de la casa nos pueden jugar una mala pasada si no estamos atentos y saltamos los muros que nos impiden seguir asombrándonos del impresionante misterio que somos cada uno y nos quitan la esperanza de llegar a ser lo que estamos llamados a ser.
Todos nosotros nos sentimos, habitualmente, no escuchados, sin embargo nos creemos buenos escuchadores. Salir al encuentro del otro no se realiza con la palabra, con el discurso, lo primero es acoger, es aceptar, es escuchar. Tenemos que dedicar tiempo a la escucha y ser humildes para conocer nuestras faltas a la hora de escuchar. Creemos que escuchamos bien a nuestro marido, a nuestra mujer, a nuestros hijos, a nuestros padres, sin embargo puede ser habitual que nos digan: ¡No me escuchas!
Derrumbando muros
Y es que hay muros que tenemos que derribar como: el juicio; el prejuicio; la suposición; la duda; la desconfianza… Todo ello actúa en nosotros cuando estamos escuchando. Y es porque cada uno tiene cosas sin resolver en su interior y el trabajo principal lo tenemos que realizar primero en nosotros para que cuando acogemos y escuchamos al otro en casa, vayamos más descargados de cargas, esas que construyen los muros.
Escribe Henry J.M. Nouwen, en uno de sus libros: «He tenido momentos en mi vida en los cuales me he sentido libre de juicios sobre los demás. Me sentía como si me hubieran quitado de encima un fardo pesado. En esos momentos experimentaba un inmenso amor por todo el que me encontraba, por aquel de quien oía hablar, o acerca del cual leía. Una profunda solidaridad con todos y un hondo deseo de amarlos, derrumbaban mis muros interiores y hacían mi corazón tan ancho como el universo. […] Imagínate… ¿No sería esto la verdadera libertad interior?»
Entrenar con el arma de la escucha, nos permite crecer personalmente en humildad, honrar a la otra persona y, mi marido, mi mujer, mis hijos, mis cuñados… avanzarán porque saberse escuchado nos descubre la dignidad que tenemos como personas: somos queridos, amados, aceptados, escuchados.
Entrenamiento y camino de libertad
El trabajo que os proponemos para comenzar a entrenaros en la escucha, es que estéis atentos a los muros que interiormente ponéis cuando escucháis, que los reconozcáis y que los desterréis de vosotros. Es todo un proceso, no lo vamos a conseguir enseguida, pero iremos bien orientados para conseguirlo. Y así, sin darnos cuenta, sin discursos y sin teorías, inspiraremos a los demás a seguir este camino de libertad interior.
Y en el matrimonio, esta puede ser una buena conversación: ayudarnos a descubrir nuestros muros, reconocerlos juntos y ser ayuda adecuada el uno para el otro, para crecer y ser mejores personas.
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