Los jóvenes... visiones
... y vuestros ancianos sueños
... y vuestros ancianos sueños
“Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion, nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos” (Sal 125).
Escuchemos las primeras palabras del Resucitado: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Jesús se fija en las lágrimas de María Magdalena. En este rostro ve las lágrimas del mundo. Por esas lágrimas ha venido Él. Por eso nos detenemos en las lágrimas, sin querer pasar rápidamente a los cantares. Porque podemos vivir en un llanto continuo, en la queja, sin encontrarnos con el Rostro del Resucitado. Y ahí no hay esperanza. El Señor recoge nuestras lágrimas; para ello debemos alzar la cabeza y mirarlo a Él, resucitado. Su primera mirada se posa sobre las lágrimas, no sobre nuestros pecados. El mundo sigue siendo un inmenso llanto; pero con nosotros está el Señor. Por Él recuperamos los cantares, en medio de la lucha y la reconstrucción.
Querida Renovación Carismática, queridas familias: las lágrimas, la enfermedad, la soledad, el abandono, la incertidumbre, la muerte… no tienen la última palabra. Con Cristo en medio de nosotros, son motivo de lucha, del combate de la Fe; nunca de abatimiento o desánimo. Y terminan siempre en cantos de victoria. El Señor nos invita a levantarnos y avanzar. “Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados”. Así debemos contemplar las lágrimas de nuestras familias y de las familias que nos rodean; porque así recorrería Jesús nuestras calles y ciudades, dando una respuesta al sufrimiento y al dolor. La familia cristiana tiene en su interior la semilla de Vida que, al morir, da vida, cosechando frutos de bondad, de paz, de esperanza.
Resuena en nuestros corazones la profecía de Joel a la que se nos remite en los Hechos de los Apóstoles el día de Pentecostés: “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Jl 3, 1). El Espíritu Santo se derramó abundantemente en Pentecostés y cumplió esta profecía. Ha bajado sobre nosotros en nuestro bautismo y nos ha marcado a cada uno con Su sello… ¡Ahora ya todos somos profetas! El profeta habla de parte de Dios; no trae mensajes del mundo, sino de Dios-Padre, que nos creó y nos recrea.
Ante esta nueva situación, Cristo nos invita a ser centinelas, enviados. Y pone visiones en los jóvenes. Ver: es la palabra en la que ahora nos detenemos. Para este tiempo nuevo necesitamos una mirada nueva, de misericordia y compasión, como la del buen samaritano. Es la mirada que no se queda en una contemplación desoladora, sino que pasa a la acción por el dinamismo del amor. El Espíritu Santo pone en nosotros esta visión que pasa de ver… a tocar, a sanar, a implicarse. Nos reta proféticamente a salir de las rutinas acomodadas dentro de nuestras familias y poner en juego toda nuestra creatividad, con ese Dios que tiene poder para hacer en nosotros mucho más de lo pensamos y calculamos.
"Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida." («Gaudete et exsultate» nº 15). La mejor Iglesia es la que arde… en el Fuego del Espíritu Santo. Mantengamos los ojos abiertos, las lámparas encendidas y la esperanza firme. Dios está pasando y he de estar preparado para abrirle las puertas de mi casa.
En el seno de la familia están nuestros jóvenes con sus visiones. Y estamos nosotros, Javier y Montse, ancianos llenos de sueños. En nuestro caminar con el Señor hacemos memoria de los primeros pasos en la Renovación, cuando comenzó el Grupo de Oración de A Coruña en 1976. Todo era nuevo entonces. Ahora, el Señor -por medio del Papa Francisco- nos sigue invitando al asombro. Jesús continúa despertando en nosotros los sueños de la Fe. Porque, en la barca agitada por tormentas, parece dormir; pero, en realidad, trabaja unido a su Padre Dios y al Espíritu Santo para avivar nuestra Fe.
La barca es una imagen preciosa para nuestra familia, nuestra Comunidad, Grupo de Oración, camino de santidad. Si Jesús va en la barca, ¿por qué tener miedo? Él nos invita a la confianza; “pero que vuestra confianza -dice Charles de Foucauld- no nazca de la dejadez o de la ignorancia de los peligros. La tempestad es casi constante. Más no olvidéis: estoy ahí, con vosotros, con vuestra familia. ¡Esta barca es insumergible! Desconfiad de vosotros mismos, pero tened confianza total en Mí.”
Escucha en tu interior esa llamada. Es la voz de Jesús que increpa al viento y al mar, que abre caminos. Ahora no duerme; está en pie sobre la barca y te llama a no desfallecer en la lucha por sacar adelante a tu familia, por mantener la oración familiar, por educar a tus hijos, por elegir amar, por no quedarte solo/a, por apoyarte en Él y no simplemente en tus razonamientos.
En el “pico” de la pandemia, el Señor dio esta Palabra profética a Comunidade Caná: “¡Creed! ¡Creed sin ver! Yo veo en vosotros. ¡Avanzad!”. Estamos aquí para este tiempo, para esta hora. Veámonos como Él nos ve, en sus propósitos eternos. Creamos, avancemos, echemos de nuevo las redes en nombre de Jesús el Señor. Volvamos al Principio: al Padre que nos ha creado y recreado. Dejémonos abrazar una y otra vez por Jesús: elegidos, llamados, amados hasta el extremo por Él. Y enviados en el Poder del Espíritu… ¡abracemos la misión!
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2 comentarios
Hola, bendiciones!!
ResponderEliminarMe llamo Catalina estoy casada con Alfonso, vivo en Madrid y me gustaria mucho conocer la Comunidad Cana.
Mi correo es catalinasastre67@gmail.com
Os ruego me digais como contactar.
Muchisimas gracias
Hola Catalina, gracias por escribirnos. Te contestaremos por email. Un abrazo.
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