Esposos, ¡llenad las tinajas!
"Tres días después de que Jesús se encontrara con sus primeros discípulos, hubo una boda en Caná de Galilea. María, la Madre de Jesús, había sido invitada y también Jesús y discípulos. En aquella época, las fiestas de boda duraban casi una semana y eran muchos los invitados. Cuando estaban en mitad de la fiesta, se acabó el vino y entonces María, que se había dado cuenta enseguida, se acercó a Jesús y le dijo: «No tienen vino». Jesús le contestó: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora». María fue a hablar con los criados y les dijo: «Haced lo que Él os diga».
Había allí seis tinajas de piedra que se utilizaban para limpiar y lavarse. Jesús les dijo a los sirvientes: «Llenad las tinajas de agua». Y los criados las llenaron hasta arriba. Entonces Jesús añadió: «Sacad ahora un poco y llevárselo a vuestro jefe». Cuando éste degustó el vino nuevo, llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo sirve al principio el mejor vino y cuando los invitados ya han bebido bastante, se saca el vino de peor calidad. Tú, sin embargo, has reservado el vino mejor para el final». Éste fue el primer signo que realizó Jesús. Sus discípulos se dieron cuenta de quién era y creyeron en Él" (Jn 2, 1-12).
Este pasaje del Evangelio es un gran tesoro del que podemos sacar fruto en cualquier situación de nuestra vida matrimonial y familiar... Vosotros, esposos, sois los esposos de aquella boda. Ahora, después de algunos años, sabéis lo que quiere decir de verdad "no tenemos vino". Recordad que Jesús responde siempre a una necesidad.
Si estáis hambrientos, sedientos, angustiados, inquietos, insatisfechos, buscando... entonces Jesús llegará a vuestros corazones, porque a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Los esposos somos -también- los sirvientes
Dentro de la vida familiar, somos siervos los unos de los otros. Siervo tiene que ser el esposo para la esposa y la esposa para el esposo. Siervos los dos de nuestros hijos. Nuestra actitud debe ser como la de los sirvientes del pasaje, cuando María les dijo: "Haced lo que Él os diga".
¿Estáis poniendo vuestras tinajas, vuestra agua bajo la acción del Espíritu Santo o vivís frustrados y desgastados, haciendo y haciendo sin ver fruto? La Madre de Jesús se da cuenta de que hay dificultades: No tienen vino. Estas palabras de María son signo de lo que ha de venir en todo matrimonio a medida que pasan los años. Hay un momento en que falta el vino, la ilusión, la esperanza. María, la Madre, se anticipa. Se lo dijo ya a su hijo Jesús; ya le habló de vuestra falta de vino. Y después le dice a los sirvientes: Haced lo que Él os diga.
Ahora, pasada la boda, pasados los años, somos el esposo servidor de la esposa y la esposa servidora del esposo. Ante la falta de vino, se nos pide: llenad las tinajas de agua, ofreceos plenamente el uno al otro, no dejéis la tinaja a medias; entregaos vuestra agua, vuestra vida; daos totalmente en alma y cuerpo.
Somos nosotros los sirvientes que hemos de llenar las tinajas de agua. Después... se realiza el milagro y el agua se transforma en vino. Nuestro esfuerzo es bendecido, es tocado por Dios. El mandato es importante: ¡llenad las tinajas! No las dejéis a medias, no os conforméis con amar un poco, con dar a medias, con pasar la cuenta de lo que ponéis el uno y la otra.
Hagamos memoria: "El amor es paciente, es servicial. El amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe, no es egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal. No se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. todo lo espera. Todo lo soporta" (1Cor 13 4-7). Esta es la calidad del amor que viene de Dios. El amor al que hemos de aspirar. Agua, humanidad, imperfección... puestas bajo la acción del Espíritu Santo, se transforman en vida sobrenatural, en amor divino, en vino de primera calidad.
¡Daos totalmente como esposos, como padres!
Y entonces, en medio de limitaciones y pobrezas, Jesús bendice el agua y se produce el milagro: un vino mucho mejor que el de antes y más abundante. Con Jesús y María no os faltará el vino. Siempre que os sintáis faltos de algo, llenad vuestras tinajas. Y el segundo vino será mejor y más abundante que el primero: "Yo he venido para que tengan vida y vida abundante" (Jn 10, 10).
Jesús y María están presentes en cada una de nuestras familias. Son los que van a realizar el milagro de convertir nuestra agua en vino; nuestra sed, nuestra hambre, nuestra angustia, nuestra duda, nuestros desatinos... No desaprovechemos la oportunidad de pedir con un corazón sencillo y humilde. Jesús y María quieren bendecir también a los invitados, a todos los que se acercan a nosotros... Empezando por nuestros hijos y continuando por otros familiares, amigos, etc.
Señor, ¡aumenta nuestra fe! Nosotros solo podemos aportar nuestra pobreza, nuestra agua. Si confiamos en Ti, en nuestra familia se producirá el milagro que esperamos y podremos comenzar a vivir la plenitud del Amor.
Montse y Javier - Comunidade Caná
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