Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

Deseo ARDIENTE: Pascua

By 23:10 , ,

“Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros” (Lc 22, 15)

 


Hemos abierto la puerta de la Iglesia

Los días 6 al 9 de abril, nuestra Comunidad ha vivido la Pascua de Jesús, su retorno al Padre. Tres días en intimidad con Cristo. Al igual que el año pasado, nuestro Triduo Pascual ha sido un Triduo misionero, sirviendo a las parroquias de Raxó, Samieira y Combarro, cuyo párroco, Santiago Núñez, nos ha recibido con mucha alegría.

Con la apertura del templo de san Roque, también en Combarro, hemos abierto la puerta de la Iglesia a todos los turistas que se han acercado para tener, en este periodo vacacional, un rato con el Señor, presentando sus inquietudes y sus acciones de gracias.

Pero también hemos vivido estos momentos centrales de la vida de Cristo en la intimidad de la Comunidad. Dos momentos del Triduo Pascual han sido destacables en nuestra casa de la Comunidad: la Adoración de la Cruz y la espera del Sábado Santo. Esto, después de haber participado en los Oficios de las parroquias de misión.

Encuentro con la Cruz de Cristo

Preparamos el espacio celebrativo con una cruz inclinada en el suelo, sobre una columna, con algunas telas en tonos rojos, velas, unos lienzos blancos de lino sobre la cruz y una verdadera corona de espinas, para crear un ambiente orante que propiciara el encuentro con la Cruz de Cristo y que nos preparase el corazón y el espíritu para introducirnos en el “espíritu del Viernes Santo” y descubrir, cara a cara, a Jesús: su entrega, su pasión, su dolor. Contemplar cómo Cristo entra en la voluntad y obediencia al Padre para procurarnos nuestra redención, el perdón de nuestros pecados, nuestra salvación. Queremos participar de su dolor para alcanzar con frutos la Pascua de Resurrección.

La oración se inició pasadas las Vísperas, para terminar contemplando -sentados en el suelo todos juntos- el dolor de Cristo, el dolor del hermano, el dolor de la humanidad, nuestro propio dolor... y percibir cómo Dios nos ama de forma incondicional, percibir ese IMPRESIONANTE AMOR que lo trasciende todo.

Para el Sábado Santo mantuvimos la Cruz, pero la velamos en blanco y se cambió el tono de las telas como presagio de la resurrección de Cristo. Y para realzar y reforzar la luz de la resurrección y de la alegría pascual, se iluminó de forma potente desde abajo de la Cruz. De este modo, ya no era una “Cruz de dolor”, sino una “Cruz gloriosa”. Los lienzos doblados sobre una piedra y María acompañando la espera... A los pies de la cruz pusimos un candelero a modo de Cirio Pascual, que surgía de la corona de espinas, para recordarnos que el gozo de la resurrección pasa irremediablemente por nuestro dolor. Más aún, el gozo y la alegría que nos provee Dios está incluido en el dolor del hombre. Es el gran misterio de la contingencia de la vida del hombre y fruto de la libertad que Dios nos otorga. Con esta ambientación, entramos en el “espíritu del Sábado Santo”.

¡Cristo ha resucitado!
La oración la iniciamos en la hora de Tercia, aunque la hicimos coincidir con las Laudes. Y, al igual que la noche anterior, terminamos sentados en el suelo alrededor de esta Cruz Gloriosa, percibiendo de forma patente que todo lo ocurrido es por el inmenso Amor que Dios nos tiene y que nuestra vida vale la sangre de Cristo (1ªPe 1, 18-19).

No podemos dejar de dar gloria a Dios y proclamar: ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!

¡Christos anesti! ¡Alithos anesti!

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