Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

Cantar en familia

By 7:00 ,

 Es bueno que nuestros niños crezcan en un hogar donde la música y la fe estén asociadas

 

 

El canto es un don que trae luz a la familia

«El canto es un don que trae luz a la familia», dice el P. Granados. Por un lado, descubre un afecto común: cantamos porque nos ha sucedido algo juntos. Algo que nos rebosa y que tiene que expresarse con algo más que palabras: ¡con canto! Y, por otro lado, permite que este afecto cree una memoria afectiva que nos ayuda a ordenar los deseos. La memoria de un cumpleaños, de un aniversario, de los villancicos en Navidad, de los cantos a la Virgen en mayo… todos esos momentos configuran un universo de afectos que llaman a la familia a actuar junta. El canto educa la alianza. En el “nosotros”, cada protagonista entiende su papel y se vincula. 

El canto trae el aroma de la confianza. En un ambiente donde se canta uno puede confiarse. Al cantar juntos algo que nos aúna, se dilata la pertenencia a una familia que me recuerda un origen y un destino grandes. ¡El canto genera ambiente!

El canto centra el afecto. Cantar trae una risa o una lágrima, ambas frutos preciosos de un gozo o una pena compartidos. Y así ayudará siempre a ese corazón a recordar que no sufre ni goza solo, ni para sí mismo. 

El canto es el tono de uno y de otro. Hasta el abuelo o el recién llegado ponen su nota, como hace un instrumento en la orquesta, o un solo, o una voz que se despliega. El canto es presencia real. Cantar es “cantar victoria” de las redes humanas sobre las virtuales. Vence la presencia, aunque sea “desafinada”. Cantar convoca la vida. Sabo­re­ar una pasta, un brindis o un baile improvisado son buenos compañeros del canto. 

Lo que aprendemos de pequeños se nos queda grabado para siempre... Cuántas veces Dios utiliza un canto grabado por la memoria infantil para hacer que un adulto vuelva a aquella primera experiencia de fe. Por otra parte, a los niños y niñas les gusta cantar por naturaleza, porque el canto crea un atmósfera de alegría que necesitamos para crecer de una manera armoniosa; el sentimiento de unidad que proporciona cantar juntos es importante ya desde la primera infancia. 

Si queremos renovar y ampliar los estilos musicales en nuestra Iglesia, debemos empezar por nuestros niños y niñas

Es bueno que nuestros niños crezcan en un hogar donde la música y la fe estén asociadas; eso evitará que más tarde se vean en el dilema (con el que se encuentran muchos músicos) de tener que elegir entre Dios y la música, convertida en un ídolo, en un semidiós. El niño es más accesible que el adulto a los diversos estilos de música, a ritmos e intervalos distintos. Si queremos renovar y ampliar los estilos musicales en nuestra Iglesia, debemos empezar por nuestros niños y niñas. Ellos saben reconocer de manera natural lo que es bonito o atractivo, lo que es especial; hemos de cultivar su sensibilidad a través de la música y el canto. Por todo ello, es importante elegir cuidadosamente las canciones a través de las cuales nuestros niños y niñas van a conocer y expresar su fe. 

Una palabra clave, tanto para la música como para la fe de nuestros niños, es impregnación. Solo arraigará en nuestros niños profundamente, aquello en lo que están inmersos, en lo que viven día a día; por decirlo así, aquello que han mamado. La música y el canto, bien utilizados, pueden verdaderamente impregnarlos de fe, esperanza y amor; son un buen aceite para que el Espíritu Santo los vaya empapando. 

Al pasar por lugares de trabajo común, a Chesterton le sorprendió comprobar que cada vez se cantaba menos. Hasta que se dejó de cantar. Porque, en cierto modo, se dejó de trabajar en comunión. El trabajo individualista insemina una prisa y ansiedad por llegar rápido a un resultado. Poco importa el camino. El canto estorba, carece de sentido. Cantar es reconocer que en nuestro obrar común hay algo más grande que uno mismo y su resultado. 

En el canto hay un encuentro fecundo

¡La necesidad de recuperar la alegría del bien de la comunión! Hoy se canta poco porque se vive con poco impulso el bien de la comunión. En el canto común hay un encuentro fecundo, hay un desplegarse juntos en el que surge una belleza que no se puede imaginar en solitario. Esa sobreabundancia nos llena de alegría, pues reconocemos que en la vida hay más de lo que aparece. 

Necesitamos cantar. El gusto viene después. A veces no cantamos porque esperamos “sentirnos bien” para cantar. Pero sucede al revés: canta y reconocerás la belleza de la concordia. Y alegrándote por el canto recrearás una música nueva.

Javier de Montse - Comunidade Caná   /   El Espíritu Santo en clave de sol

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