Cantar en comunidad
Una sola voz de distintas lenguas se eleva al Creador del universo
La fe no es únicamente un asunto personal. Somos comunidad y el canto es uno de los mejores signos de nuestro sentir común. Y ello sin perder nada de la profundidad personal de cada una/o. La educación individualista explica las reticencias que algunos/as sienten todavía por el canto, precisamente porque el cantar con otros nos hace salir de nosotros mismos y sumarnos a la celebración comunitaria. La Iglesia es una comunidad muy diversa que, a través del canto común, se manifiesta en una única voz. Este sentir común es expresado y, a la vez, fortalecido por el canto de todo el pueblo.
Ya desde las primeras comunidades cristianas, es todo el pueblo el que canta a una voz las aclamaciones de los salmos y de los himnos. El canto contribuye poderosamente a crear comunidad, uniendo e igualando a los miembros que cantan. Y las diferencias de edad, cultura, condición social, etc. quedan rebasadas. Lo explica S. Juan Crisóstomo: "Habla el profeta y todos respondemos, todos mezclamos nuestra voz a la suya. Aquí no hay esclavo, ni libre, ni rico, ni pobre, ni príncipe, ni súbdito. Lejos de nosotros estas desigualdades sociales, formamos un solo coro. Todos formamos parte igualmente en los santos cánticos, y la tierra imita al cielo. Tal es la nobleza de la Iglesia. Y no se dirá que el dueño canta con seguridad y que el siervo tiene la boca cerrada; que el rico hace uso de su lengua y que el pobre no; que el hombre tiene derecho a cantar y la mujer debe permanecer en absoluto silencio. Investidos de un mismo honor, ofrecemos todos un común sacrificio, una común oblación... una sola voz de distintas lenguas se eleva al Creador del universo" (Homilía 5, 2).
Nadie debe quedarse sin cantar
El abstenerse del canto equivale a marginarse de la asamblea y romper su unidad. Al cantar, la voz de cada uno/a debe tender a formar un único sonido coral con el resto de la asamblea. Si alguien posee una voz difícilmente armonizable con el coro común, ha de esforzarse por cantar moderadamente, sin molestar a la piedad de los demás; pero no callar. En este mismo sentido, el micrófono no debe ser protagonista. La mejor megafonía es la que menos se nota. A esta modestia se refiere el Misal Romano cuando dice: "El micrófono, por su dimensión y colocación, no ha de restar valor a los demás utensilios y símbolos litúrgicos". A veces, se ve más el micro que el cáliz...
La Iglesia da primacía a las celebraciones comunitarias, y en ellas el canto unánime es una necesidad vital de la asamblea reunida. El canto es expresión de la comunidad, pues "pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto la índole comunitaria del culto cristiano" (Ordenación General de la Liturgia de las Horas 270). "El misterio de la Sagrada Liturgia y su carácter comunitario se manifiestan mediante la unión de las voces que debe expresar un profunda unión de corazones" (Musicam Sacram 5). En el momento cumbre de la actividad eclesial -la Liturgia- el canto aparece para glorificar a Dios, pues, antes que nada, la primera tarea de los cristianos reunidos es la alabanza. El gozo y el entusiasmo que la música proporciona al culto son expresión de la riqueza vital de una comunidad.
El canto rehace las amistades
Este canto de todo el pueblo es signo de comunión. El cantar a una voz está reclamándonos la fraternidad y la unidad; del canto común, el Espíritu hace brotar una poderosa fuerza de unión y reconciliación. "El canto rehace las amistades, reúne a los que estaban separados entre sí, convierte en amigos a los que estaban mutuamente enemistados. Pues, ¿quién es capaz de considerar todavía como enemigo a aquel con quien ha elevado una misma voz hacia Dios? Por tanto, el canto de salmos y cánticos inspirados nos procura el mayor de los bienes: la caridad. El canto encuentra el vínculo para realizar la concordia y reúne al pueblo en la sinfonía de un mismo coro" (San Basilio).
Por la acción del Espíritu Santo, el canto nos hace sintonizar -primero- con nuestro yo más profundo. Luego, entre todos los participantes en la asamblea. Y así, constituidos en un único coro de hijos e hijas de Dios santificados/as, nos abrimos al misterio de la catolicidad de la Iglesia, sacramento universal de salvación y germen de unidad en el mundo. La comunión entre cristianos y cristianas de distintos movimientos, lenguas, culturas y confesiones ha de expresarse a través de signos comunes, entre los que la música tiene especial importancia. El canto nuevo no estará completo hasta que los hombres y mujeres de toda raza, pueblo, edad y condición hayan unido a él sus voces.
No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la Gloria
Desde este sentir de la Iglesia sobre el canto en comunidad, ¿qué decir de los ministros del canto, coros, salmistas, músicos...? Pues que su ministerio tiene que servir de puente entre ellos y el pueblo. Es decir, su tarea pastoral está no en brillar ellos sino en hacer que el pueblo cante con un solo corazón y una sola voz. Su ministerio tiene esta importancia: sus carismas al servicio para guiar, conducir, mantener el canto comunitario. Me viene al corazón el versículo del Salmo 115: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la Gloria». Discernir el canto apropiado, el tono y ritmo apropiados...
Todavía hoy, en pleno s. XXI, el canto de una comunidad sigue siendo expresión activa de la presencia de Dios. Continúa habiendo abundantes testimonios de vuelta a Dios en los cuales escuchamos: «No solía ir a la Iglesia, pero ese día entré; escuché una música que me empujó a entrar... Y allí me esperaba el Señor».
Javier de Montse - Comunidade Caná / El Espíritu Santo en clave de sol
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