Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

Música profundamente humana

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Específicamente humana

Sabemos que la música está hecha de sonidos, los cuales, a base de repeticiones, patrones y relaciones entre ellos, dan lugar a ese arte tan especial e intrínseco del ser humano. La música forma parte de la humanidad desde nuestros inicios, cuando nuestros antepasados pintaban en las cuevas, ya fabricaban instrumentos para disfrutar del sonido con flautas que datan incluso de hace 40.000 años. La música está presente en todas las culturas de todo el mundo y desde su inicio.
Podemos afirmar que la música es un arte, un modo de expresión, una actividad... únicamente -específicamente- humana. A diferencia del resto de animales, sólo capaces de percibir alguno de los elementos de la música, como el timbre o la pulsación, los humanos podemos interpretarlos todos y de forma simultánea. Un trabajo que requiere la integración de diferentes áreas de nuestro cerebro y que, combinado con el lenguaje y la memoria, nos permite procesar la música de forma global; un proceso muy complejo que sólo el cerebro humano puede llevar a cabo.
Este complejo proceso implica un elemento más: las emociones. El hecho de utilizar diversas áreas del cerebro de forma conjunta y con un gran componente emocional hace que la música sea una gran herramienta educativa, de cohesión social y de crecimiento personal.


La maravilla de la condición humana

La música nos ayuda a recordar, aprender idiomas o recuperar el habla, nos hace movernos y bailar, nos ayuda a procesar emociones, a expresarnos, a motivarnos , nos hace crecer ya conectar con nuestro entorno. En definitiva, es parte de nosotros como seres humanos y  tiene grandes beneficios para nuestro cerebro.

Desde una perspectiva antropológica, buscando lo auténticamente humano, podemos decir que la música y el canto tienen una gran variedad y profundidad de valores específicamente humanos. El acto mismo de cantar es una experiencia universal común a todas las culturas, a todos los tiempos, a todas las civilizaciones... Y es una experiencia no solo individual; también una experiencia colectiva, comunitaria, social. Tiene valores reconocidos, aceptados por la generalidad de los humanos. Tiene propiedades concretas y funciones particulares. Por eso podemos decir que el canto y la música tienen valor por sí mismos; valor como algo estético, como algo artístico, como algo necesario y fundamental en la condición humana por encima de la utilidad y de otros aspectos pragmáticos ante todo.

Cantar, tocar... es un ejercicio que resulta altamente agradable y gratificante para la persona humana, y que tiene -además- la capacidad de conmover las zonas más íntimas de nuestro psiquismo. Cuando canta, es toda la persona quien lo hace. No es solamente su parte biológica; es toda la persona a la que canta. El canto y la música expresan ideas, sentimientos, actitudes, emociones, deseos interiores... Por lo tanto, son un lenguaje universal; lo mismo que el gesto, el movimiento, la danza. 

La música y el canto son una expresión privilegiada de la alegría y del amor, pero también tienen una capacidad muy profunda para manifestar el dolor, la tristeza; para manifestar la aprobación y la desaprobación, la protesta y el triunfo. Toda la gama de sentimientos, emociones, incluso actitudes humanas, pueden ser expresadas a través de la música y el canto. Y, por su valor expresivo, la música y el canto llegan donde las simples palabras no llegan. 

Además, la música y el canto sirven para encarnar, para alimentar, para sustentar actitudes interiores. Podríamos decir que refuerzan y alargan la eficacia de la sola palabra con sus armónicos, con sus modulaciones, con sus diferentes tempos... ¡Es una maravilla todo esto! ¡Es una maravilla la condición humana! 

Es una maravilla profundizar en cada uno de los resortes, en cada una de las capacidades que Dios ha puesto en lo profundo de la condición humana. Hay un texto de San Juan Pablo II que escribió en 1985, con motivo del Año Europeo de la Música, muy inspirador al respecto de todo esto: «Tanto si exalta la palabra del hombre, como si da forma melódica a la Palabra que Dios ha revelado a los hombres, como si se difunde sin palabras, la música es la voz del corazón. Suscita ideales de belleza, la aspiración a una perfecta armonía no turbada por las pasiones humanas y el sueño de una comunión universal. Por su trascendencia, la música es también expresión de libertad. Escapa a todo poder y puede convertirse en un refugio de extrema independencia del espíritu, donde ella canta mientras todo parece envilecer o coaccionar al hombre. Por tanto, la música tiene en sí misma valores esenciales que interesan y afectan a todo hombre. Por eso, también las obras maestras que la música ha producido en todo tiempo y lugar son un tesoro de toda la humanidad, expresión de los comunes sentimientos humanos, y no pueden reducirse a propiedad exclusiva de un individuo o de una nación».

El canto tiene una cualidad especial para significar y acrecentar la comunión entre los seres humanos. Cantar en común une, da cohesión a los miembros del grupo. Y evoca las raíces, las raíces entrañables, las raíces profundas. Cantar en común crea una atmósfera de sintonía, de concordia, de unidad de corazones. Ayuda a salir de uno mismo y a superar nuestras perspectivas individualistas, egocéntricas. Nos incorpora una perspectiva comunitaria, nos abre a la comunión. Los cantos, en cualquier manifestación humana, son signo de solidaridad, de confraternización por encima de edades, razas, fronteras y culturas. El canto y la música son también el símbolo por antonomasia de la fiesta, su elemento más expresivo; se diría que sin música no hay fiesta. El canto y la música ayudan a traspasar la frontera de lo trivial, de lo vulgar, de lo anodino y nos ponen en la longitud de onda de lo trascendente, de lo extraordinario. 

Podríamos hacer una lista interminable de potencialidades humanas que la música es capaz de desarrollar. Vamos a quedarnos con una docena:

  1. Capacidad de esfuerzo. 
  2. Concentración. 
  3. Perseverancia. 
  4. Paciencia. 
  5. Trabajo en equipo.
  6. Trabajo individual. 
  7. Sacrificio. 
  8. Desarrollo de capacidades motrices, cognitivas y sensitivas. 
  9. Visión micro y macroscópica de los diversos elementos de la vida. 
  10. Percepción de los grados que hay en una gama. 
  11. Respeto sin complejos por las jerarquías establecidas con un objetivo. 
  12. Asunción de la importancia de cada uno dentro de un engranaje de un conjunto. 

Podemos afirmar que los beneficios del canto y de la música son innumerables: mejoran la atención y el aprendizaje, incrementan la capacidad para memorizar, mejoran la coordinación, alivian el estrés, facilitan la conciliación del sueño, elevan el ánimo. A través de la música y del canto, se desarrolla la inteligencia emocional, se fomenta la sociabilidad, la tolerancia y la empatía. Aristóteles atribuye a la música un papel determinante en la formación del carácter de una persona; puede -dice el filósofo griego- fortalecer o debilitar su voluntad, estimular y condicionar sus acciones o conductas. 

La música y el canto son un gran regalo de Dios para hombres y mujeres de todo tiempo, edad y condición, diseñado y creado por Él antes de crearnos a nosotros. La música está patente en la dinámica misma de su creación, a través de una enorme multitud de sonidos, tanto en el mundo orgánico como en el inorgánico. Parece como si fuese la obertura de aquella maravillosa sinfonía que había de venir después: la creación de la persona humana.

Javier de Montse - Comunidade Caná   /   El Espíritu Santo en clave de sol


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