Tela de araña motera
Esta mañana he pedido prestado un ciclomotor para trasladarme. Como este sacrificado vehículo siempre duerme en la calle para comodidad de su usuario, me he percatado -al poco tiempo de la marcha- que una intrépida telaraña se teje desde el espejo retrovisor al frontal de la moto. Los primeros rayos hacen refulgir delante de mí esta obra de ingeniería arácnida.
Intento mantener mi mirada al frente mientras apenas adivino la diminuta araña autora de la fantástica red; los hilos seguían brillando al sol y meciéndose al viento. La araña se balanceaba ¡segura! , mientras acelero a 80, 90... hasta 100 km/h que llega esta motocicleta de 125cc. Realmente increíble y fantástico. Así estamos nosotros seguros en esa red que es el Amor de Dios. «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis» (Jn 21, 6).
Cuando tejemos (en realidad nos dejamos tejer) la trama de nuestra vida con el Amor y el Espíritu de Dios, es como la red de la pesca milagrosa o como la tela de mi araña motera. Llegan vientos, giros, lluvia... y seguimos ahí en esa red, invisible en muchas ocasiones, pero que nos tiene bien cogidos. Dios es realmente fascinante, pasmoso, original e inaudito en la naturaleza. También pienso en esa red de los trapecistas, cuando una pirueta o un triple mortal sale mal -errare humanum est-, Dios está ahí para recogernos. "Mi alegría es ser pequeña, permanecer pequeña; así, si alguna vez en el camino caigo, me levanto enseguida y mi Jesús me coge de la mano" (Sta Teresita de Lisieux).
Esta tela de araña resiste contra viento y marea; sin embargo, cuando es manipulada por el hombre, con sólo tocarla se estropea. Cuando nosotros intentamos por nuestros propios medios rescatarnos o salvarnos, echamos todo al traste. Nuestro propio ego -en sus argucias- parece sobrevivir, pero sólo es una red sin fondo que nos deja caer hacia nuestros abismos.
Sólo Dios teje la tela que necesitamos, sólo siguiendo su trama encontramos el alimento que nos da vida. Voy a otra imagen, que he relacionado esta mañana con mi preciosa, delicada y diminuta telaraña “quasi” invisible que me hablaba del cuidado de Dios. La imagen de La Sagrada Familia del Pajarito de Murillo. Allí nos encontramos a S. José sentado, recogiendo al niño en una gran túnica que cae sobre sus pies. Jesús, casi envuelto en esta protección, eleva en su mano derecha a un pajarillo por encima de la mirada del perrito. Ese pajarito es nuestra alma a la que Dios Padre, en la figura de S. José, rescata de toda caída. María, mientras mira al niño, sostiene la madeja con la que está tejiendo en el telar.
Si Dios sostiene la araña, ¡cómo no va a cuidar de nosotros! Somos esa diminuta arañita en medio de la tempestad del universo, cogida de los brazos de Dios, la telaraña invisible que nos rescata y da vida.
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la Tierra y los montes se desplomen en el mar. Que hiervan y bramen sus olas, que sacudan a los montes con su furia: el Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob (Sal 46, 2-4).
Dinámica:
Formamos una red con nuestros brazos o cogemos una manta.
Los pequeños de la familia pueden vivir la experiencia de ser acunados en la tela de red que pueden formar varios miembros de la familia o en la tela o manta que nos recoge.
Recomiendo que se mire al Cielo, mientras somos mecidos, recordando que es Dios quien nos acuna.
Disfruta confiado el momento.
Cuando pase mi gloria, te meteré en una hendidura de la roca y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado (Ex 33, 22).
Fernando de Susana - Comunidade Caná
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