¡Seamos Buena Noticia!
Lc 2, 22-40 - Evangelio de la Eucaristía del Domingo de la Sagrada Familia
¿Somos
portadores de la Buena Noticia?
Hay
buenas noticias… y hay ¡la BUENA NOTICIA! Las primeras dependen de las
circunstancias que pueda atravesar nuestra familia, y todos tenemos experiencia
de buenas y malas noticias.
Precisamente
nuestro salmo 111, el que un día tocó nuestra historia, dice: “El justo no
temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor, está seguro”.
Nuestra fe cristiana nos impulsa más allá de lo temporal que estamos viviendo
cada familia, y nos lleva a la transcendencia; al Dios con nosotros, que hace que nuestra vida familiar no solo sea un
bien para nosotros, sino que pueda consolar y sostener a otros.
Hoy
estamos aquí para ser capaces de saltar por encima de las malas noticias que
nos rodean y reconocer que hay una BUENA NOTICIA, que espera sus porteadores,
sus enviados, sus mensajeros, que hacen que esa noticia sea llevada, escuchada,
recibida por otras familias que la necesitan, que la esperan.
“Qué
hermosos son sobre los montes los pies de aquel que trae la paz, que anuncia la
salvación en Sion: nuestro Dios es Rey” (Is 52, 7-8).
Ø Nuestro DON como
FAMILIAS
INVENCIBLES
FF.
II. ha venido a potenciar, poner en valor, la importancia de una espiritualidad
familiar. La familia como camino de santidad; con sus etapas, sus claves. Ha
venido a ayudarnos a ser Iglesia con un estilo más familiar. A levantar
nuestros corazones en momentos de dificultad y de cansancio.
Ø Nuestro PROFETA, S.
JUAN PABLO II
Hace unos años se descubrieron en los archivos de la Archidiócesis de Cracovia unos apuntes de SJPII con la regla de vida que él ofrecía a los miembros de su movimiento familiar.
.
- No hay amor sin regla. La regla es la concreción del amor, es elemento que da firmeza, solidez, constancia. Esta regla no es una ley rígida, no es un cumplimiento.
- No
hay regla sin espiritualidad, sin una vida interior que la anime, sin el don
del Espíritu que nos enseña una vocación y un camino.
- No hay espiritualidad sin morada. Una espiritualidad nunca es solitaria, es vivida en un ambiente, en una comunión, en un hogar, una morada, un terreno donde florecer.
Vamos
a utilizar la imagen de la Rosa de los Vientos
para explicar esta Regla de Vida… En el centro, Dios. La Rosa solo tiene un
centro. Nuestra vida solo puede tener un centro que es Dios: de Él nace toda la
vida.
La flecha que señala el
Norte es la vida de relación con Dios
Nuestra relación de amistad con el Padre Creador, con Jesús y con el Espíritu Santo. Nuestra oración es la que corresponde a una familia, a unos esposos. Es una oración adaptada a los horarios y los ritmos de la vida familiar. Dios presente en casa: “Hoy quiero hospedarme en tu casa” (Lc 19, 5).
Esta
flecha es una lucha, un combate continuo, porque el mundo -enemigo de Dios- nos
quiere arrebatar esta intimidad con Dios, sin la cual nos debilitamos y somos
como la semilla plantada al borde del camino, o entre zarzas y pedregales.
La
oración y los sacramentos: Eucaristía y Reconciliación son los medios que
tenemos a nuestro alcance.
Todos
nosotros -seguro- tenemos retos en este punto. “Aún en la vejez seguirá dando
fruto y estará lozano y frondoso” (Sal 92, 14). Es imprescindible que llevemos una
vida de oración.
La flecha que señala
el Este es la vida familiar
El
Este es el lugar de donde viene el Sol y la luz. Nos centra en nuestra vocación
matrimonial y familiar.
La
familia está siempre en construcción y siempre necesita de nuestras fuerzas y
energías. También las nuestras, ya con hijos adultos, algunos independizados…
en nuestras casas nos necesitan nuestros hijos y nietos.
Esta
flecha es también un combate, en el que todos tenemos retos.
Recordemos
una ecuación importante: “A mejores
esposos… mejores padres”.
¿Qué
podemos ofrecer a nuestros hijos? Aquí está la respuesta: una esponsalidad más
fuerte. Estemos atentos a las grietas que puedan surgir entre nosotros, para
reforzar, unir, perdonar, sanar…
Dios
no nos deja huérfanos en esta vocación. Él mismo se ha comprometido con
nosotros. Pedimos al Señor que renueve nuestras fuerzas para nuestra vocación
esponsal y familiar.
La flecha que señala
el Oeste indica el recorrido de la jornada
El
trabajo, las responsabilidades, las cosas de la vida cotidiana en su lugar.
Simboliza la tarea que Jesús nos ha confiado: transformar el mundo, construir
la civilización del amor. Nuestra fe no es una religión privada, ni nuestra
casa es una burbuja o un refugio que nos aísla del mundo. Esta flecha señala mi
responsabilidad en la sociedad. ¿Cuál es mi quehacer diario? Trabajo
profesional, estudio, casa…
El
discurso de Pablo VI en Nazaret que aparece en el Oficio de Lectura del día de
la Sagrada Familia, dice: “Tres cosas nos enseña Nazaret, esta manifestación
sencilla, humilde y encantadora de la vida de Dios entre los hombres: oración, vida familiar y trabajo.”
La flecha que señala
el Sur es el Anuncio de la Buena Nueva
La
alegría de la familia se vuelve mucho más grande cuando se comparte con otras
familias. Esta cuarta flecha es la Evangelización. La familia evangeliza a
otras familias. Pero el campo es inmenso: los pobres, necesitados, la pastoral
familiar, el servicio que necesite nuestra Iglesia local… “Cada uno, con el don
que ha recibido, que se ponga al servicio de los demás…” (1Pe 4, 10).
Es
verdad que la segunda flecha y la tercera nos hacen anunciadores de la Buena
Nueva, pero es necesario explicitar esta cuarta flecha. Dedicar tiempo a los
otros, los que no son de nuestra carne. No es familia cristiana aquella que
solo vive para sí misma.
Ofreceremos
así palabra y manos -si es posible, como familia- a colaborar en la misión de
extender el Reino de Dios. Somos familia dentro de una familia más grande.
Familia de familias.
Este
don de salir fuera de nuestros propios intereses familiares es un testimonio
para nuestros hijos. A veces se quejarán o nos reclamarán, pero el fruto es un
fruto duradero. La fe nos hace ver más allá.
Los
cuatro puntos de la Rosa tienen, en cada etapa de la familia, sus tiempos. El
equilibrio lo han de buscar los esposos. No es fácil y por eso la fe es una
luz que nos ayuda a ir más allá. Nos pone luces largas. La promesa del Señor es
que recibiremos mucho más de lo que damos: más alegría, más amor, más
generosidad, más luz, más perseverancia. Él permanece fiel generación tras
generación.
Montse y Javier – www.comunidadecana.org
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