Irse por las ramas
No es Tarzán esta vez quien me llama la atención, sino una parábola del Pastor de Hermas, una obra cristiana del siglo II que gozó de gran predicamento en los primeros siglos, pero no fue considerada parte del canon neotestamentario. Entre otras, cuenta la parábola de la Vid y el Olmo.
«Quisiera saber, Señor, -le dije- el ejemplo contenido en estos árboles de los cuales estás hablando». «Esta vid -dijo él- da fruto, pero el olmo es de un tronco que no produce fruto. Con todo, esta vid, a menos que se encarame por el olmo, no puede llevar mucho fruto cuando se arrastra por el suelo; y el fruto que produce entonces es malo, porque no está suspendida del olmo. Cuando la vid se adhiere al olmo, pues, da fruto de sí y desde el olmo. Ves, pues, que el olmo también da mucho fruto, no menos que la vid, sino más aún.»
Luego continúa la analogía de cómo los ricos pueden ser la vid y los pobres el olmo.
¡Tenemos que dar tantas gracias a aquellos que aparentemente no dan fruto y están siempre ahí sacando lo mejor de nosotros! Hay muchos hermanos olmos sobre los que nos apoyamos continuamente. En nuestras familias hay olmos callados, aquellos que parece no florecen nunca, o simplemente nuestros mayores, o algún hijo que no destaca especialmente en nada. En nuestros Grupos de Oración también hay olmos aparentemente secos, con pocas hojas, pero con fuertes ramas necesarias ahora más que nunca. Todo aquel que quiera dar fruto necesita un hermano en el que apoyarse, un prójimo; porque el prójimo es el que se me presenta para hacerme salir de mí y dar mi mejor fruto. El Olmo puede representar a todos aquellos que son más presencia que acción, bien porque se encuentran en un momento de debilidad, marginación, contemplación o pueden ser el pequeño de la familia que sirve de resorte para dar lo mejor de mí mismo.
Todos nos necesitamos. La intercesión del pobre (olmo), como dice la parábola, es escuchada por Dios; y el rico (la vid) sale fortalecido por esta petición. El rico se ve beneficiado por la súplica del pobre cuando esta oración opera en él, moviéndole a actuar y librándose de la codicia, que sería su muerte. Eso es irse por las ramas del que nos necesita, pero a quién nosotros también necesitamos.
Podemos recordar dos Palabras que están en el corazón del mensaje cristiano: Mateo 5 y Mateo 25.
Mateo 5: Bienaventurados ¿Quiénes? Los que lloran, los perseguidos, los pobres, los que carecen de justicia. Nos unimos a ellos, porque cuando abrazamos sus ramas (aparentemente fracasadas para el mundo) nos elevan hacia la Vida.
Mateo 25, 37: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Vamos a pegarnos bien a todos los bienaventurados que encontremos cerca, en nuestras familias, grupos, barrios. Si trepamos por sus ramas abrazando con nuestra ternura y misericordia estos Olmos de Cristo que no tienen fruto aparente, nosotros encontraremos en ellos paradójicamente nuestros frutos de Vida
Hace unos días se fue a la casa del Padre nuestra amiga, madre y hermana Tina. No fue un funeral triste porque vimos sus sarmientos trepar desde la vid verdadera, Cristo (Jn 15), hacia las ramas que el Padre fue poniendo hasta el Cielo. También Tina supo ser olmo al final de sus días cuando ya no podía seguir trepando y sólo podía sostener a todos con su oración. En nuestro camino de peregrinos en modo vid o modo olmo (donde el Señor nos ponga en cada momento) vayamos dejando las manos vacías de tesoros mundanos y llenas de tesoros del cielo. Juntos en familia y comunidad nos ayudamos a ir por caminos y ramas que no hubiéramos nunca imaginado. Tenemos que irnos por la ramas como el Buen Samaritano (Lc 10, 25): los demás siguieron su camino recto, ortodoxo sin desviarse; él se mancha y huele a oveja, como dijo el Papa Francisco en la misa crismal de un Jueves Santo. Llorar con los que lloran, alegrarnos con los que están alegres y bendecir a los que nos persiguen, sí por estas ramas también hemos de ir, porque nos suben muy alto (Rom 12, 14).
Antes de irme por... os dejo la DINÁMICA:
1. Nos preguntamos: ¿Qué realidades de los que
me rodean me conmueven las entrañas y me llaman a dar frutos?
2. Vamos dibujar un
“Olmo” con varias ramas que representan situaciones que están pidiendo me
adhiera a ellas para dar frutos. Situaciones de necesidad a mi alrededor: enfermedad, soledad, falta de trabajo, cariño, formación, acompañamiento,
desarrollo de proyectos.
3. Pegaremos en esas ramas los frutos que podemos dar en ellas (Gal 5, 22): amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí.
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