Comunidade Caná

Comunidad Católica de Alianza integrada por familias en el seno de la Renovación Carismática

Un café, por favor

By 7:57 ,


Un café cortado, una napolitana y un EdV24


Somos un puñadito de deseos. Lo dice el padre Adolfo Chércoles, un jesuita que ha trabajado toda su vida a pie de obra literalmente. Hace unos días, iba camino a casa por mi barrio y escucho a mi lado una voz en bucle: -Un café cortado y una napolitana por favor, un café cortado y una napolitana, por favor (Mt 7,7). Entonces giro la cabeza con sorpresa y veo una mujer de rostro deforme que no cesa en la cantinela hasta que me he dado por aludido. El instinto me lleva a pasar de largo, pero el corazón orante de repente se acuerda de aquello del ”Padrenuestro”, del nosotros del que formo parte (no estoy solo). Un nosotros callejero que de vez en cuando me asalta.


Me dirijo a un rostro  sin ojos visibles, embutidos en puras cuencas de carne constreñida. Me doy cuenta de lo que significa ser descartado, en palabras del Papa Francisco. No dan ganas de pararse, su rostro está lleno de pústulas, algunas sangran. -¿Qué quieres?, le digo (es la pregunta más tonta que he hecho nunca). -Cómprame un café cortado y una napolitana; es que soy invidente. Me hago entonces cargo de la situación, miro alrededor a ver si hay alguna persona a su cuidado que corrobore o deniegue lo mandado. No veo a nadie. Me replanteo la situación. Es un centro de diálisis. Pregunto: -¿Estás esperando la ambulancia de vuelta?  -Sí, vengo todos los días, me contesta. -¿Te permiten tomar lo que me pides? Enseguida paso a indagar los pormenores del café, porque esté permitido o no me voy a agarrar a la indulgencia, rememorar al Buen Samaritano (Lc 10,25) y eso de hay más alegría en dar que en recibir (Hch 20,35).

 

La mujer explica ante mi asombro: -Es un café cortado, con sacarina. -Nada de descafeinado (le apunto yo), ¿verdad? Sobre la napolitana no indago, simplemente tengo fe. Pocos pasos más adelante hay un bar cafetería. La mujer saca su monedero y me da un billete de 20 euros. Voy “ipso facto” porque llevo en las manos una batería que pesa lo suyo y estoy incómodo. El bar ya está acostumbrado a este tipo de incidencia. Me informan que normalmente pide un croissant, pero yo, según mi gusto, encuentro ”lo más” en una napolitana de chocolate. Hay otra de crema. Ante la duda, no vuelvo a preguntar. Aplico  el Evangelio de Mateo 7, 12 (a menos que se trate de mi mujer, que es lo contrario, porque somos complementarios). 


Cuando regreso, no sé por dónde empezar; en una mano el café y la napolitana en la otra; además, debajo del brazo una batería de 6 kilos. Ella me lo arregla enseguida: -¡Dame el cambio! Me fijo en sus dedos ensangrentados que guardan los billetes y las monedas... Después, entregó el café que con el palito para remover. Alza sus manos para, acto seguido, estirar su cuerpo hacia abajo dejando el vaso en el suelo. Por fin, le entrego la napolitana envuelta en papel. Han sido muchos detalles para cumplir este deseo... y pienso que Dios también hace así con nosotros y con nuestra familia. Cada familia tiene sus gustos y formas. Somos una diversidad de nosotros, pero todos nos necesitamos.


El Encuentro de Verano de Familias Invencibles es un buen momento para dejar que Dios sirva a cada familia según sus gustos. Él nos conoce a cada uno por nuestro nombre Is 43, 1-4. Por eso no se me ha escapado la oportunidad de preguntar a Samara su nombre. Ya no es solo una mujer crucificada por una diálisis, lleno su cuerpo de enfermedad. Es ella,  Samara, quien me descubre el rostro de Dios. Dios es un mendigo agitanado, un apestado en nuestra sociedad anti-Job y prepotente, un enfermo en los últimos momentos. Cuando me he despedido de Samara, tenía algo de prisa y la verdad que no estaba preparado para más conversación... pero le he dicho: -¡Que Dios te bendiga! Y ella  me ha contestado con marcada intención la misma bendición: -¡Que Dios te bendiga! 


Samara está haciendo muchos santos; no debe ser fácil atenderla. ¡Cuánta paciencia tiene Dios con nosotros! Tanta que “le hacemos Santo” y también nosotros nos hacemos santos cuando soportamos la incomodidad y las dificultades, sabiendo que Jesús vivió la Pasión por nosotros. Dejemos que Dios nos sirva en este EdV24, y que nosotros le podamos servir en los demás. 


Pongamos amor y paciencia según corresponda la direccionalidad de dar o recibir al puñadito de deseos que somos cada hijo de Dios. Lo que sí estoy seguro es que Jesús, en este EdV24, te va a servir más napolitanas y cafés de los que tu puedas servirle, porque Él devuelve el ciento por uno (Mat 19,23)


DINÁMICA: Vete al rincón de oración, ora, escribe y sirve lo siguiente...


  1. Piensa en qué puedes servir a Dios (café). 

  2. Piensa qué quieres que Dios te sirva este tiempo (napolitana).

  3. Busca alguien de tu familia  o amigos a quién tengas que invitar al EdV24


                                                    Fernando de Susana - Comunidade Caná

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